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PLATÓN Y SU MUNDO (27/28-09-04)

Grecia no era una única nación, sino una amalgama de “ciudades-estado”, más o menos autónomas, que recibían el nombre de “polis”, unidas por una misma lengua y una cultura común, así como por la necesidad de defenderse de los poderosos enemigos exteriores, especialmente Persia. A lo largo de su dilatada vida, Platón fue testigo del declive y posterior caída de la federación griega, y del desmoronamiento de la polis.

LA POLIS
La polis era mucho más que una institución estatal y jurídica. Ello nos será en parte comprensible si pensamos por un momento en un pueblo con pocos habitantes, donde funcione una democracia directa, en donde todos participan en la cosa pública. No existía la separación entre Estado y ciudadanos, ni existía la burocracia.

La época de Platón está llena de guerras y revueltas políticas, es un periodo de gran actividad cultural. El famoso Partenón, es un templo dedicado a la diosa Atenea, se construyó a mediado del s. V a. de C., y Platón pudo presenciar muchas de las grandes tragedias griegas que se representaban en las plazas y teatros de la ciudad. Sin embargo, la filosofía platónica, su fe en el orden y su desconfianza hacia la democracia, también fue modelada por el clima político de un pasado todavía reciente.
• Entre los s. VIII y VI a. de C. Atenas y Esparta fueron las ciudades-estado dominantes de Grecia. Ambas aglutinaron a sus vecinas, más débiles, en ligas bajo su dominio. Esparta, en estado que Platón admiraba por su orden y disciplina, estaba fuertemente militarizada y férreamente gobernada por la fuerza. Mientras que Esparta estableció sus alianzas principalmente por medio de las armas, Atenas basaba mayoritariamente la unificación en acuerdos mutuos logrados pacíficamente.
• Durante la primera parte del siglo VI a. de C., la monarquía ateniense fue sustituida por una forma limitada de democracia. Este momento marcó el comienzo del más importante periodo histórico de Atenas, tanto económica, como culturalmente. También tuvieron éxito rechazando las incursiones de la armada persa, pese a la aparente desigualdad de fuerzas. Como consecuencia, Atenas se convirtió en el estado más influyente de Grecia y se fundó la Liga de Delos, con Atenas a la cabeza. Sin embargo, conforme Atenas ganaba poder, éste se ejercía de forma más tiránica sobre los demás estados que conformaban la liga.
• Durante el siglo V a. de C., bajo el liderazgo de Pericles, Atenas vivió su época dorada. Fue en esta época cuando se erigió el Partenón, cuando triunfaron las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Se reformó la constitución para hacerla más democrática. Durante la segunda mitad de este siglo, sin embargo, Atenas se vio envuelta en constantes guerras contra Esparta. Lo más probable es que Platón hubiera luchado contra Esparta en la caballería.
• En el año 405 a. de C. Atenas fue derrotada por Esparta y los vencedores establecieron una oligarquía sobre la ciudad, conocida con el nombre de los `Treinta Tiranos'. Dos de estos `Tiranos' eran parientes cercanos de Platón. Este régimen, sin embargo, duró sólo un año, aproximadamente, hasta la recuperación de la independencia y la democracia, pero Atenas, al igual que el resto de Grecia, estaba en decadencia. Al norte, la vecina Macedonia, iniciaba una expansión que culminaría con la supremacía de los macedonios bajo el reinado de Alejandro Magno, a partir del año 336 a. de C.

ATENAS
La Grecia clásica se basa sobre un difícil equilibrio de fuerzas: deseo de libertad e independencia, frente a la pasión por la supremacía y el poder; igualdad de todos, frente a la admiración por el «hombre superior» (por tanto, democracia frente a oligarquía); sometimiento a las leyes (nómoi) y servicio a la ciudad, frente al individualismo y a la afirmación de que la protección del individuo es la finalidad de la ciudad. Cuando estas tendencias logran conjugarse armoniosamente se consigue el «equilibrio clásico», ideal de todo el sistema.
Pero, ante todo, la Grecia clásica es la ciudad –Polis- y es la democracia.
La ciudad –Polis- constituye el centro de un Estado independiente. Su territorio -en el que vive la población rural- es reducido, y el total de habitantes tampoco ha de ser muy grande, ya que todos deben poder conocerse (Platón propone unos 5.000, aunque Atenas tiene bastantes más). La ciudad ofrece refugio en caso de guerra y es el centro de toda actividad económica, social y política; en ella están los mercados, las escuelas y gimnasios, el teatro y los templos.
La democracia supone la fisonomía (todos son iguales ante la ley) y la isegoría (todos tienen derecho a hablar en la Asamblea). La Asamblea de ciudadanos es soberana; todos pueden participar en ella, de tal manera que la Grecia clásica ignora el sistema representativo: el ejercicio de la soberanía es directo. Sólo las oligarquías, cuando triunfan, limitan estos derechos. Pero además de la Asamblea existe un Consejo y numerosos magistrados, por lo que sobre estos últimos se ejerce todo tipo de controles para evitar su preponderancia.
Sin embargo, la ciudad griega se basa en gran parte sobre el trabajo de los esclavos, que no son maltratados, pero carecen de todos los derechos de los ciudadanos libres (25 % de la población únicamente). Éstos quedan separados de toda actividad económica: muchos son propietarios de tierras, pero el trabajo físico está mal considerado y no se ve con buenos ojos el dedicarse a una actividad remunerada. Muchos viven en la ociosidad, y la ciudad, además, entregan una cierta cantidad diaria (el misthos) a los magistrados, a los jurados de los tribunales, a los soldados e incluso -a partir del siglo IV- a todos los ciudadanos los días que participaban en la Asamblea. Esto explica que el ciudadano de Atenas se dedique, sobre todo, a la vida pública. La casa queda para la mujer, que no sale casi nunca y permanece marginada; cuando el varón regresa a casa, es frecuente que organice banquetes con sus amigos hasta altas horas de la noche: se come, se bebe, se escucha música, se habla de política y... de filosofía.
Atenas, es también puerto de mar. Impone su economía, sus productos, sus gustos y su estilo en toda Grecia. No es extraño, pues, que a ella afluyeran numerosos extranjeros, muchos de los cuales se quedan allí a vivir (son los metecos), hasta el punto de que llegan a constituir casi un tercio de la población. Excluidos de derechos políticos y de la propiedad inmobiliaria, son bien recibidos y se les asimila en todo lo demás a los ciudadanos. Se dedican al comercio, a los pequeños oficios o a las artes. De hecho, puede decirse que no hubo sabio, artista o literato griego que no pasase una época de su vida en Atenas.
Todos estos rasgos explican bastante bien por qué Atenas se convirtió en el centro del pensamiento filosófico. Las condiciones eran favorables: economía floreciente, libertades democráticas, contactos con otras culturas, afluencia de extranjeros, curiosidad por todo... Por lo demás, la religión clásica había perdido vitalidad: los mitos casi sólo servían de inspiración para el arte y la literatura, no existía un sacerdocio organizado ni había libros sagrados: el pensamiento estaba libre de dogmas.
En este ambiente se imagina uno muy bien a Sócrates dialogando en las calles con sus conciudadanos, encontrándose con filósofos extranjeros recién llegados a Atenas, participando en un banquete que deriva no en orgía, sino en discusión filosófica. Pero también se comprende el carácter de esta filosofía. Aristóteles señala que su grandeza radica en que «no es una ciencia práctica»; los que la buscan están «movidos sólo por el afán de conocer, y no por fin utilitario alguno», y por ello «sólo es posible en aquellos lugares en que los hombres pueden dedicarse al ocio» (Metailsica, 1, 1 y 2, passim). En cuanto que surge del ocio y de la desvalorización del trabajo productivo, esta filosofía es fundamentalmente teórica y contemplativa, actividad gratuita que prima el conocimiento y los valores teóricos, así como la construcción de modelos ideales (lo cual se observa también en la escultura y la arquitectura). En contrapartida, los pensadores griegos descuidan llamativamente el avance de la técnica, hasta el punto de que incluso los sabios alejandrinos no construyen máquinas sino como entretenimiento: puesto que hay esclavos, ¿qué mejor máquina se puede inventar?
La ciudad democrática hizo posible, pues, la eclosión de la filosofía. Pero he aquí la paradoja: en general, ni los filósofos ni los poetas sienten gran simpatía por la democracia.

Para Platón la democracia (estado gobernado por la mayoría) había devenido de demagogia, y las oligarquías (gobierno de unos pocos, que acceden al poder por sus riquezas) y tiranías (Estado regido por la fuerza, de un solo gobernante) eran cada vez más crueles. Todo esto indujo a Platón a esbozar su controvertida teoría del filósofo-rey, la alternativa platónica.

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