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ACLARACIÓN: LA ÉPOCA DEL EMPIRISMO

El término empirismo tiene a lo largo de la historia de la filosofía diversos significados. Debemos limitarnos aquí al llamado «empirismo inglés» -convendría decir mejor «británico»- por el que entendemos una forma de pensamiento que intenta explicar el origen de nuestros conocimientos situándolo en la experiencia sensible. Esta experiencia puede ser tanto externa -la proporcionada por los sentidos externos-, como interna -la que da lugar a actos mentales como, por ejemplo, ideas, recuerdos, etc.-. Se contrapone esta filosofía al racionalismo originado en el siglo XVII, defensor de la existencia en la mente de ideas innatas y de especulaciones mentales basadas exclusivamente en la razón. Puede decirse, a grandes rasgos, que, tradicionalmente, mientras el pensamiento europeo continental posee un carácter racionalista, el británico es, por el contrario, empirista.

¿Cuáles son las características de la sociedad en la que tiene lugar este tipo de filosofía empirista? Veamos algunas de ellas.
En el siglo XVII había tenido lugar en Inglaterra la revolución burguesa que iba a permitir la sustitución paulatina del feudalismo por un sistema capitalista. Poco a poco fue mejorando la situación de la agricultura y la industria comenzó a expandirse, especialmente en los campos metalúrgico y textil, hasta culminar en la revolución industrial de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX. La importancia del mercado que se estableció con las colonias y de la consiguiente marina mercante fueron grandes. En este terreno Inglaterra tomó durante este siglo la antorcha hegemónica que mantuvieran Venecia en la Edad Media, España en el siglo XVI y Francia y Holanda en el XVII. En esta época Inglaterra logra acumular Menorca, Gibraltar, Nueva Escocia, Terranova, la India, América del Norte y Canadá, si bien tiene que ceder los Estados Unidos en 1783. Todo ello va haciendo de Inglaterra la primera potencia económica europea del siglo XVIII. A este auge general, pero principalmente en el terreno económico, contribuyen, sin duda, no sólo los descubrimientos geográficos, sino también los grandes inventos que van surgiendo para satisfacer las nuevas necesidades, sobre todo las generadas por la nueva industria. Sirvan de ejemplo la máquina de hilar que construye Watt en 1735, el termómetro de mercurio que crea Fahrenheit en 1724 y la máquina de vapor que Watt pone en funcionamiento en 1780.
Ana Estuardo reina en Inglaterra entre 1702 y 1714. Bajo ella tiene lugar un periodo clásico en la cultura, muy influido por Francia, en el que Defoe escribe su Robinson Crusoe y Swift los Viajes de Gulliver. Hacia 1730, con Jorge II en el trono, comienza un movimiento prerromántico en el que surge un sentimiento de melancolía y de emoción hacia la naturaleza. Es curioso cómo estas actitudes se manifiestan, por ejemplo, en los jardines dieciochescos. En oposición a los clásicos franceses, basados en la línea recta y en la simplicidad de las formas, el «jardín inglés» es un conjunto de senderos tortuosos, salpicados por falsas ruinas y por recuerdos de la antigüedad abiertos a la inquietud y a la melancolía. D. Hume, representante culminante del Empirismo, es, en este sentido, un hombre de su época. Al comienzo del libro 1, parte 1V, sección VII del Tratado de la Naturaleza Humana, dice este autor, haciendo balance de su intento casi frustrado por conseguir un análisis detallado de la naturaleza humana, lo siguiente:
«Me siento como alguien que habiendo embarrancado en los escollos y escapado con grandes apuros del naufragio gracias a haber logrado atravesar un angosto y difícil paso, tiene sin embargo la temeridad de lanzarse al mar en la misma embarcación agrietada y batida por las olas (...) Esta repentina visión del peligro me llena de melancolía».
No hay que olvidar, sin embargo, que el siglo XVIII es un periodo lleno de contrastes, uno de los cuales es, precisamente, el que contrapone este sentimentalismo que se instala en los hombres y hasta en las ciudades, con los grandes adelantos científicos y técnicos que tienen lugar.
Las circunstancias religiosas y políticas van a suministrar en esta época a la filosofía importantes campos en los que actuar. Así, la Reforma protestante había dado lugar a una cierta variedad de credos religiosos, con una distribución geográfica generalmente no coincidente con la política. Era menester organizar la sociedad de forma que fuese posible la vida en medio de climas ideológicos distintos. Se hace así necesaria la tolerancia, siendo la filosofia la encargada de aportar su justificación teórica. En el campo político se comienzan a constituir los Estados modernos, lo cual exige diseñar una organización política y administrativa nueva, con nuevas leyes que establezcan derechos y deberes, etc. También aquí se solicita de la filosofía una función crítica y aclaratoria de los conceptos con los que se va a llevar a cabo tal estructuración. Vemos, pues, que en este contexto social concreto la filosofía es considerada fundamentalmente como algo ligado ala vida concreta del momento, a los problemas reales y básicos con los que se enfrenta una sociedad en estado de cambio y que necesita legitimar unas normas acordes con las nuevas circunstancias económicas.
Pero, si la filosofía del momento es práctica, es decir, moral, ¿por qué Hume comienza por hacer una teoría del conocimiento? Pues porque el gran proyecto de Hume es, según expresa en la Introducción del Tratado, construir «un sistema completo de las ciencias». Y las ciencias son construcciones humanas, por lo que es lógicollevar a cabo un estudio previo de las capacidades y de los mecanismos que posee el hombre para realizar tal función. Es menester conocer, por tanto, cómo es la naturaleza humana y, en particular, cómo conoce el hombre. Sólo si este trabajo previo es llevado a cabo, podremos obtener garantías sobre las diferentes misiones que se le encomiendan a la filosofía. Lo primero, pero no lo último, será, entonces, la teoría del conocimiento.
Veamos algunas notas más que caracterizan a Hume y a la época en la que se desarrolla su pensamiento. Podemos decir, en este sentido, que Hume es el gran representante de la Ilustración inglesa. Esta es una etapa cultural, que se corresponde con el final del siglo XVII y que abarca el siglo XVIII, en la que el interés primordial consiste en hacer de la razón el eje de la vida intelectual social y política. Esta idea básica adquiere forma peculiar en cada país, adoptando en cada uno de ellos nombres diversos. La Enlightenment de los ingleses, el Iluminismo italiano, la Aufklárung alemana, el Siglo de las luces francés y la Ilustración española serán fenómenos culturales particu¬lares enraizados en un mismo propósito de uso libre de la razón.
Dos caracteres que habitualmente van asociados al pensamiento empirista son el individualismo y el naturalismo. Ambos se dan también en nuestro autor. El individualismo se podría considerar como el equivalente intelectual del nuevo sistema económico que va imponiéndose en la sociedad. Y es eso, pero es también una especie de rechazo a las nuevas formas de homogeneización que la técnica y la industria van imponiendo. Es una reacción en favor de la persona cuando ésta se ve doblegada y puesta al servicio de elementos externos a ella misma. El naturalismo, aunque surgiera con fuerza en el Renacimiento, puede considerarse también nota destacada del siglo XVIII y de nuestro autor (repárese en el título de la principal obra de Hume). Según él, la naturaleza, que sustituye a Dios como principio rector del mundo, es autónoma y está regida por principios y leyes propias que excluyen elementos o matices metafísicos. El objetivo de la ciencia y de la filosofía será descubrir y dominar esas leyes usando para ello la razón como único arma posible. En este contexto el hombre es considerado como un ser natural que forma parte del mundo y que debe ser estudiado con los mismos procedimientos que cualquier otro aspecto de la naturaleza.

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