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ANALOGÍA "IDEA DE BIEN CON EL SOL" -EN PLATÓN-

 

Platón introduce el tema de la Idea de Bien en la República dejando de lado lo que pueda ser el Bien en sí. Parece como si éste fuese un asunto demasiado elevado para el propósito de la obra. Platón prefiere abordar el Bien de forma indirecta, analógica, por comparación a algo que, por su gran semejanza al objeto supremo, podríamos llamarle perfectamente «vástago del Bien». Como toda analogía, su función es pedagógica. Se trata de facilitar el acceso a un dominio desconocido de la realidad mediante la consideración de otro dominio o modelo que nos resulta más familiar y entre los cuales existe una cierta relación de semejanza estructural y funcional. En particular, la analogía propuesta es considerar que el comportamiento o funciones del Bien en el mundo inteligible respecto del alma y las ideas, es similar al comportamiento del Sol respecto de la percepción visible y los objetos.

                Ahora bien, obsérvese que, tal como presenta Platón la analogía, ésta no es sólo un instrumento propedéutico para la aprehensión del estatuto ontológico del Bien, sino que presupone una tesis ontológica muy característica de la filosofía platónica: la isomorfía entre lo sensible y lo inteligible, entre lo creado y lo eterno. Así como es arriba, diríamos, es abajo, y viceversa. La verosimilitud de la comparación analógica estriba en el hecho de que lo eidético es el fundamento del ser y de la inteligibilidad de lo sensible. El cosmos noetós es paradigma o modelo del cosmos horatós. En consecuencia, es probable que las cosas de abajo sean como las cosas de arriba, y la comprensión de “lo de aquí” nos guíe en la comprensión de “lo de allí”.

La analogía no es, entonces, sólo una imagen que nos facilita la comprensión del modelo eterno, sino una imagen que nos indica el modo cómo hemos de mirar y organizar lo sensible, lo creado. Platón presenta la analogía resaltando en ella dos dimensiones: la epistemológica y la ontológica. Epistemológicamente, igual que el órgano de la visión necesita que la luz que emana del Sol irradie los objetos del mundo visible para ser percibidos, el alma necesita una cierta luz emanada del Bien para aprehender o concebir los objetos del mundo inteligible (República, 508a-b). Hay una oscuridad para los sentidos, en la que nos movemos torpemente y como a tientas cuando la luz del sol no ilumina el mundo físico de nuestra experiencia concreta. Pero existe, además, diría Platón, una oscuridad del alma por la que ignoramos o nos comportamos torpemente respecto de los objetos inteligibles, del modelo eterno, en ausencia de la luz irradiada por el Bien.

En el ámbito ontológico, la analogía presenta comparativamente los efectos o manifestaciones causales del Sol y del Bien. Como el sol “engendra”, así también el Bien es fuente de generación. Y de la misma forma que lo engendrado ha de guardar una cierta semejanza con lo que engendra, así el mundo sensible ha de asemejarse a la estructura del “logos” del que participa. Así, nos dice, mientras el Sol proporciona a los objetos del mundo sensible el hecho de poder ser percibidos, su generación o aparecer a la existencia espaciotemporal concreta y su crecimiento (sus cambios de estado o devenir (República, 509b)), el Bien proporciona a las ideas el hecho de ser inteligibles (o aprehensibles por el alma), el ser o existencia y su esencia (República, 509b):

 

MUNDO SENSIBLE

MUNDO INTELIGIBLE

(SOL)

(BIEN)

(Proporciona a las cosas)

(Proporciona a las ideas)

* Ser visibles

* Ser inteligibles

* Generación

* Ser (existencia)

* Crecimiento (devenir)

* Esencia

 

Esta filiación del sol al Bien no sólo se hace depender del hecho de que el Bien es fontanar de todo cuanto existe (sea inteligible o sensible), como se nos dice en otra parte; sino también en el sentido de que en la estructura óntica de los seres espacio-temporales (entre los que debe contarse el hombre y su consciencia) es el objeto que ocupa “el lugar más alto” en cuanto posibilita la existencia de la mayor dignidad (el ser de las cosas físicas, sus procesos, la vida y la consciencia). El sol es el “centro” del cosmos horatós, alrededor del cual todo gira y es, como el Bien es el “centro” del cosmos noetós, en cuya razón todo consiste y es.

Lo que proporciona verdad a los objetos de conocimiento, es decir, a las ideas, dice Platón, es el Bien. "Verdad" que, en este contexto, se refiere a objetos y no a juicios. No se trata, pues, de una "correspondencia" entre los contenidos mentales articulados lingüísticamente y la estructura de nuestra experiencia eidética. Al contrario, se trata de verdad en el sentido de "realidad" ontológica por oposición a lo que carece de estabilidad o ser (es decir, lo cambiante o aparente). Así, el Bien es causa de la verdad de los objetos de conocimiento porque la existencia y la esencia de las ideas (su verdad) han sido recibidas o causadas por el Bien. Y en virtud de este mismo hecho, esto es, al ser el Bien la condición de posibilidad y de la realidad efectiva de los objetos de conocimiento, es por ello mismo también condición de posibilidad y realidad efectiva del conocimiento ( República, 508e). Al ser el Bien el fundamento del modelo eterno (las ideas) lo es también de su conocimiento.

Sin embargo, precisamente por el hecho de que el Bien es el fundamento del conocimiento y de la verdad, hemos de tomar la precaución de no confundirlo con esto mismo. Por muy hermoso que puedan ser el conocimiento y la verdad, dice Platón, hemos de concebir al Bien como otra cosa distinta y más hermosa aún que ellos(República, 509a). Es cierto que el conocimiento y la verdad se asemejan al Bien, del mismo modo que la luz y la visión se asemejan al sol; en todo lo engendrado, diríamos, puede verse un reflejo de quien engendra, por muy débil que dicho reflejo pueda considerarse; de lo que es algo no puede producirse ni engendrarse otra cosa absolutamente distinta en naturaleza. Sin embargo, subraya Platón, es mucho mayor todavía la consideración que se debe a la naturaleza del Bien. Pues, se afirma, el Bien no es «esencia, sino algo que se eleva más allá de la esencia en cuanto a dignidad y potencia(República, 509b) ». Esta tesis, en efecto, es una consecuencia del modelo considerado por Platón. Así como el Sol es lo que dirige y posibilita el dinamismo de esa realidad de abajo (el cambio, la vida, el devenir) y, en consecuencia da el ser a lo espaciotemporalmente concreto siendo, con todo, algo que supera en dignidad y poder todo lo que deviene, Platón presenta al Bien como fuente y dueño de las cosas de arriba, productor y dueño del modelo eterno. Siendo esto así, es decir, aceptando que el Bien no es esencia, sólo impropiamente podemos considerarlo como una idea. Es "idea" pues forma parte de esa otra realidad inmutable y eterna, siendo la fuente de la misma. No es "eidos" en la medida en que su naturaleza no es esencial.

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