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MÉTODO SOCRÁTICO: MAYÉUTICA

MÉTODO SOCRÁTICO: MAYÉUTICA La sabiduría, como está dicho, empieza en la ignorancia. Platón nos lo enseña en el siguiente texto:

SÓCRATES: ¿Es que no has oído que soy hijo de una excelente y vigorosa partera llamada Fenáreta?
TEÉTETO: Sí, eso ya lo he oído.
SÓCRATES: ¿Y no has oído también que practico el mismo arte?
TEÉTETO: No, en absoluto.
SÓCRATES: Mi arte tiene las mismas características que el de ella, pero se diferencia en el hecho de que asiste a los hombres y no a las mujeres, y examina las almas de los que dan a luz, pero no sus cuerpos. Ahora bien, lo más grande que hay en el arte de ayudar a parir es la capacidad que se tiene de poner a prueba por todos los medios si lo que se engendra es algo imaginario y falso o fecundo y verdadero. (...) Los que tienen trato conmigo, aunque parecen algunos muy ignorantes al principio, en cuanto avanza nuestra relación, todos hacen admirables progresos. Y es evidente que no aprenden nunca nada de mí, pues son ellos mismos y por sí mismos los que descubren y engendran muchos bellos pensamientos. No obstante, los responsables del parto somos él, Dios y yo.

La imagen de la partera es realmente interesante y atractiva. Sócrates libera el pensamiento de la ignorancia del interlocutor poniéndolo de cara a ella. Es un maestro sabio que se limita a señalar el problema sin dar soluciones. Él sólo muestra el obstáculo y señala el sendero... El resultado de ese parto, como mínimo, es un buscador un poco más cerca de la sabiduría.

El famoso «método socrático» o mayéutica se basa en la interrogación que Sócrates dirige a sus interlocutores, confesando su ignorancia. De esta manera, él los obliga a responder a preguntas acerca del tema en discusión y luego muestra cómo esas respuestas son absurdas, ilógicas, contradictorias o, simplemente, no contestan la pregunta.

La mayéutica es el arte de parir aquellas ideas que ya estaban en la mente de sus interlocutores sin que éstos lo supieran, dar a luz unos conocimientos que éstos poseen virtualmente pero que no conocían.

Uno de mis maestros decía siempre:
«Yo soy un extractor de espinas y todo mi trabajo se parece a la siguiente descripción:
Tienes una espina en tu pie, yo traigo una aguja (que indudablemente se parece a otra espina) para sacar la espina que hiere tu pie. Eso es todo.
Pero ambos debemos permanecer alerta. La primera y la segunda espina son parecidas, no existe diferencia cua¬litativa. Cuando la primera espina esté fuera, ayudada por la segunda, hay que tirar las dos.
Cuando algo que digo o hago saca una de tus dudas, no debes poner mis respuestas en el lugar que han dejado vacío tus preguntas.
Cuando te olvides de lo que ha sido respondido, olvídate también de la respuesta. De lo contrario, te creará problemas.»

No te enamores de las palabras, ni dependas de las ideas; son sólo herramientas, espinas que pueden usarse para extraer otras espinas, antes de deshacerse de ambas...

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