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EL MENSAJE SUBLIMINAL

EL MENSAJE SUBLIMINAL ¿Pensabas que los mensajes subliminales que nos venden en las películas de espías funcionan? Pues no está tan claro.
Entre los experimentos más conocidos está el que realizó el sociólogo estadounidense James Vicary en 1957. Según él, en un cine de Nueva Jersey se puso de manifiesto el potencial publicitario del mensaje subliminal. Durante la proyección de una película, sólo durante una tres-milésima de segundo (pero repetidas veces), se insertaron fotogramas con los mensajes “¿Tienes hambre? Come palomitas.”
Según Vicary, al terminar la proyección, las ventas de palomitas aumentaron un 57,8%.
Años después Vicary confesó que lo había inventado, pero la llama ya estaba prendida: los mensajes subliminales tenían un potencial publicitario.
Para comprobar lo que hay de verdad en esta afirmación, en 1996, el equipo de Greenwald en la Universidad de Washington realizó un experimento. 300 voluntarios frente a otros tantos monitores tenían que identificar 500 palabras, que se mostraban durante 4 décimas de segundo. Las palabras se tenían que clasificar en series según su contenido: masculino o femenino; agradable o desagradable…
Lo que no sabían los voluntarios es que también se quería estudiar el efecto de un mensaje subliminal. Los investigadores insertaron antes de cada palabra, otra palabra pista camuflada. El ojo no puede percibir estas palabras, pero el inconsciente quizá sí. La trampa residía en que en algunos casos, el mensaje de la palabra coincidía con el significado de la palabra mostrada. En otros casos, deliberadamente, no se daba la coincidencia.

Cuando el mensaje subliminal difería de la palabra mostrada a continuación, los errores de los voluntarios eran superiores a las veces en que el mensaje subliminal coincidía con la palabra.
El equipo de Greenwald mostró de forma experimental que el mensaje subliminal sí influía en la percepción de la siguiente palabra analizada; pero solamente si la palabra se mostraba durante la siguiente décima de segundo y no después.
Es decir, que los mensajes publicitarios que presuntamente se emiten entre algunas películas o documentales para inducirnos a consumir una marca concreta o a votar a un determinado candidato no dejan de ser leyendas urbanas.

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