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UN LUGAR PARA APRENDER FILOSOFÍA

¿QUÉ NOS ATEMORIZA? (20,21/09/04)

La siguiente escena ha sido repetida, con pocas variantes, en muchos lugares y épocas:
Un niño está jugando tranquilamente con su tren de madera. En voz baja, canta aquello de “viajeros al tren”, mete a sus muñecos en los vagones, y empieza a hacer ruido de locomotora: “chu qu chu qu chu, chu qu chuqu chu...”...
De repente, su padre le pega un bofetón.
El niño no sabe lo que ha ocurrido: no puede saber que su padre está enfadado porque no le han ascendido en el trabajo y lo ha pagado con él. Por eso se le escapa una mirada que al padre se le antoja de rebelión. En realidad el niño está, sobre todo, sorprendido. Sabe que no ha molestado a nadie, que el ruido que hacía mientras jugaba no merecía violencia física. Pero su padre le castiga: tendrá que quedarse todo la noche en la habitación... sólo, a oscuras... y en silencio...
Porque su padre le ha advertido: “Si haces el más mínimo ruido vendrá el hombre del saco”.
El hombre del saco que viene a buscar al niño y se lo lleva a un lugar horrible. El sacamantecas, que lo ceba para luego matarlo y extraer su grasa. El payaso de la sonrisa torcida, que aprovecha sus trastadas para conducirlos por los senderos del mal. El vendedor de droga, que unta las calcamonías con LSD para que se hagan adictos. El traficante de órganos, que busca infantes escapados del hogar para extraer sus riñones...
La infancia ha sido siempre un tiempo de miedos. El territorio de los niños es un lugar sitiado: además de los temores innatos, el crío recibe todos aquellos que los mayores queremos trasmitirle. A veces, los miedos que introducimos en los niños son aquellos que nosotros mismos tenemos: el miedo a la muerte, a las enfermedades, a las personas diferentes...
Otras veces, contaminamos temores a los niños para poner en práctica una técnica eficaz pero dañina: crear seres monstruosos que les den miedo. Estos seres representan para el chaval amenazas indefinidas, y los padres las utilizan para transmitir normas sin necesidad de justificarlas. Cuando no podemos explicar a un niño por qué no puede hacer una cosa, inventamos un coco malo que le atemorice si lo intenta.
Asustar es la técnica más socorrida para aquellos momentos en que andamos escasos de argumentos. Han sido muchas las personas que han sido introducidas en la cultura del miedo por culpa de esta táctica. Les han hablado de hombres del saco, de animales de rapiña y del sacauntos. Y cuando han sido mayores, han seguido teniendo miedo. Han sustituido los monstruos infantiles por otros......Y han seguido teniendo miedo.

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