REFLEXIÓN: Los dos pueblos
Autor: Jorge Bucay
Un hombre joven, cargando una pesada maleta, llega caminando hasta la entrada de un pueblo. Allí, sentado en una roca, hay un anciano fumando su pipa.
-¿Cómo es la gente de este pueblo? -se anima a preguntarle.
-¿Cómo era la gente del pueblo del que vienes? -le responde el anciano.
-Aquella gente era muy desagradable: ladrones, aprovechados, malhumorados y tristes. Cada día trataban de aprovecharse y sacar un beneficio de su vecino. El chisme y el resentimiento eran moneda corriente allí. Por eso pregunto antes de entrar. ¿Cómo es aquí la gente?.
-Me temo -dijo el anciano- que no vas a encontrar mucha diferencia. Aquí la gente es igual a la del lugar de donde vienes. Lo siento.
-Entonces creo que seguiré hasta el próximo pueblo -dijo el joven antes de continuar su camino-. Adiós.
-Adiós -dijo el viejo mientras seguía fumando su pipa.
Pasaron unas horas y otro joven, muy parecido en su aspecto y actitud al anterior, se acercó al anciano.
-¿Cómo es la gente de este pueblo? -le preguntó también.
-¿Cómo era la gente del pueblo del que vienes? -res¬pondió nuevamente el anciano.
-Oh, mi gente era muy agradable. El lugar donde nací está poblado de gente maravillosa. Todos se ayudaban unos a otros. El amor y la compasión eran moneda corriente allí y uno siempre se encontraba en la calle o en el bar con alguien a quien contarle un problema o con quien compartir una alegría. Me dolió tener que irme. ¿Cómo es por aquí?.
-¿Aquí? -dijo el anciano-. Aquí no encontrarás mucha diferencia. En este pueblo la gente es igual a la del lugar de donde vienes. Bienvenido.
Y el joven entró en el pueblo.
Un hombre joven, cargando una pesada maleta, llega caminando hasta la entrada de un pueblo. Allí, sentado en una roca, hay un anciano fumando su pipa.
-¿Cómo es la gente de este pueblo? -se anima a preguntarle.
-¿Cómo era la gente del pueblo del que vienes? -le responde el anciano.
-Aquella gente era muy desagradable: ladrones, aprovechados, malhumorados y tristes. Cada día trataban de aprovecharse y sacar un beneficio de su vecino. El chisme y el resentimiento eran moneda corriente allí. Por eso pregunto antes de entrar. ¿Cómo es aquí la gente?.
-Me temo -dijo el anciano- que no vas a encontrar mucha diferencia. Aquí la gente es igual a la del lugar de donde vienes. Lo siento.
-Entonces creo que seguiré hasta el próximo pueblo -dijo el joven antes de continuar su camino-. Adiós.
-Adiós -dijo el viejo mientras seguía fumando su pipa.
Pasaron unas horas y otro joven, muy parecido en su aspecto y actitud al anterior, se acercó al anciano.
-¿Cómo es la gente de este pueblo? -le preguntó también.
-¿Cómo era la gente del pueblo del que vienes? -res¬pondió nuevamente el anciano.
-Oh, mi gente era muy agradable. El lugar donde nací está poblado de gente maravillosa. Todos se ayudaban unos a otros. El amor y la compasión eran moneda corriente allí y uno siempre se encontraba en la calle o en el bar con alguien a quien contarle un problema o con quien compartir una alegría. Me dolió tener que irme. ¿Cómo es por aquí?.
-¿Aquí? -dijo el anciano-. Aquí no encontrarás mucha diferencia. En este pueblo la gente es igual a la del lugar de donde vienes. Bienvenido.
Y el joven entró en el pueblo.
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