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EL VERDADERO RETO

EL VERDADERO RETO JOSEP VARELA I SERRA . EL PAÍS - 19-12-2005

 

El verdadero reto educativo ante el que nos encontramos no es el de conseguir la disciplina, un cierto orden y silencio en las aulas, para poder enseñar la asignatura. Ello es importante, desde luego, pero es más difícil y primordial vencer la alergia que demuestran los alumnos a todo lo que signifique esfuerzo. Siempre es peligroso e injusto generalizar, pero se puede observar en las aulas una considerable disminución del deseo de superación y, por tanto, de la constancia en el trabajo. La tan mencionada -y real- dimisión educativa de los padres no estriba en que se desentiendan de sus hijos sino en que los tratan con tanto mimo y protección que los convierten en seres antojadizos, poco resistentes psicológicamente. Cualquier contratiempo -no entender una cosa a la primera, por ejemplo- les frustra y ya no se esfuerzan por entender. Eso es lo realmente grave.

 

Los padres, al no establecer unas normas de conducta claras para sus hijos y, sobre todo, al no hacerlas cumplir, favorecen la existencia de pequeños tiranuelos que creen tener todos los derechos y ninguna obligación. Pequeños tiranos a los que no se prepara al esfuerzo puesto que todo se les otorga. ¡Cuán diferente sería si los padres hicieran cumplir a sus hijos, por ejemplo, la norma de tener ordenada la propia habitación o se negaran a satisfacer su pasión consumista! Pero, claro, el hacer cumplir esa norma es pesado. Es difícil enfrentarse a los hijos... Y es más cómodo que los mayores acaben ordenando la dichosa habitación o comprando aquel determinado artilugio.

 

En eso -y en ejemplos más graves- radica la dimisión educativa de los padres. En que sus hijos carecen de normas que adoptar realmente y, en consecuencia, no tienen la obligación de esforzarse para cumplirlas. Ahora sí son, realmente, los "reyes de la casa".

 

Estos jóvenes, al llegar al instituto, se encuentran con que aunque no estudien van pasando de un curso a otro. ¡Esto es Jauja, piensan! Oyen que padres y profesores repiten cansinamente aquello de "hay que esforzarse", "prepararse para el mañana", pero su realidad, la que ellos palpan es que sin trabajar, sin esforzarse, pueden acabar tranquilamente la ESO y, casi lo mismo, el bachillerato. La Administración educativa -y, ay, los profesores- aterrorizada por los titulares de fracaso escolar en los medios de comunicación mira por favorecer con diversas medidas que no haya suspensos ni repeticiones. De esta manera, seguimos entre todos llevando al niño entre algodones hacia el fracaso real que supondrá enfrentarse a la vida sin una preparación suficiente. Nuestro sistema educativo produce jóvenes flojos en conocimientos y, lo que es mucho peor, flojos en carácter.

 

Sonroja, por ejemplo, ver en las últimas pruebas de Selectividad que en un problema de trigonometría se advierte, entre paréntesis, a los alumnos: "Recuérdese que sin2 x + cos2 x =1". Eso es puro paternalismo educativo por parte de la Administración.

 

¿Nos preocupa realmente el futuro del país? Pues entonces es urgente cambiar esa dinámica perniciosa. Esa doble comodidad -en casa primero y en la escuela después- en la que nuestros jóvenes están inmersos y que tanto les perjudica. Los responsables políticos deben ser conscientes de que sin barreras que se obligue a superar a los alumnos, estos no aprenderán nunca a saltar. Deben también reconocer que no se disminuye el fracaso escolar disminuyendo artificiosamente los suspensos sino con medidas que permitan aumentar los conocimientos de los alumnos. Para ello es tan necesario que existan evaluaciones objetivas y externas al sistema educativo y no se debiera tener pavor a las mismas. El Informe PISA ha sido altamente beneficioso, pero no deberíamos esperar a que las evaluaciones nos las hagan siempre desde fuera. Implantémoslas nosotros, y pronto. Y, desde luego, no estoy nada de acuerdo con lo anunciado por la ministra, en debate sobre el drama que significa la actual promoción automática de los alumnos, en el Congreso de Diputados (30-11-04): "No sería adecuado sacralizar la repetición... ¿Es muy útil poner un número automático de materias? Creemos que no. Pensamos que tiene que ser una decisión colectiva...".

 

En esa actitud, complaciente, de la ministra de Educación nos encontramos otra vez con la alergia a poner normas, obligaciones.

 

Así es muy difícil -¿imposible?- que los alumnos aprendan el valor del esfuerzo, por muchos discursos moralizantes que se hagan. Es urgente recuperar, con medidas reales y no discursos, el valor de la exigencia. La necesidad de la exigencia.

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