ELOGIO DEL RESUMEN
AUTOR: UMBERTO ECO
Desde el famoso precepto de Gracián "lo bueno si breve dos veces bueno" hasta el imperativo periodístico de ser breve y directo, pasando por la fascinación de un Walter Benjamin por las obras de arte en miniatura, la brevedad y condensación han sido una virtud (por cierto, raramente presente entre los actuales literatos españoles). Un libro jamás será reemplazado por su resumen, desde luego, pero los resúmenes, al exigir condensación y brevedad, suponen ya, más allá de los usos didácticos o publicísticos, una interpretación, una indicación de lectura, un ejercicio de crítica que dice tanto sobre el libro resumido como sobre el autor del resumen. Ahora bien, ¿cómo resumir obras literarias que por definición no admiten resumen como Ulises de Joyce, La Divina Comedia de Dante o En Busca del Tiempo Perdido de Proust? Una prestigiosa publicación italiana planteó este desafío a Umberto Eco y a varios escritores -entre ellos Italo Calvino y Alberto Moravia- y estos respondieron al reto del resumen con los brillantes ejemplos que siguen.
Todos hemos padecido resúmenes mal hechos o hemos sufrido por haber llegado a ciertos textos solamente a través de un resumen. Y hemos odiado la escuela cuando, nos obligaban a hacer resúmenes. Sin embargo, los resúmenes son como el estudio de memoria: por sí solo no basta y molesta. ¡Pero cuidado con no aprender textos de memoria! Estudiar de memoria mantiene la memoria en ejercicio y permite que un texto que amamos nos acompañe durante largo tiempo. Más aún, nos permite también descubrir, años después: que un texto que nos hicieron estudiar de memoria podía y debía ser amado.
El resumen tiene dos funciones, una para quien lo hace y otra para quien lo lee. Pienso que hacerlo es mucho más importante que leerlo. El arte del resumen es importante y muy útil, y se aprende haciendo muchos resúmenes. Hacer resúmenes enseña a condensar las ideas. En otras palabras, enseña a escribir. Al terminar la universidad seguí un curso para comentaristas de televisión y nuestro monitor, Pier Emilio Gennarini, nos ponía frente a una pantalla en la que transcurría un trozo de noticiario mudo. Teníamos en las manos el texto de una agencia de noticias. Como primer ejercicio, suponiendo que el trozo filmado fuera de dos minutos, debíamos escribir un resumen dela noticia que durara un minuto y medio. El segundo ejercicio consistía en decir las mimas cosas en un minuto. Y en la tercera prueba no podíamos ir más allá del medio minuto. Algo se perdía, naturalmente, pero el arte del resumen consiste también en eso, en saber qué se puede pasar por alto y en reconocer que algo que se dice en medio minuto no es lo mismo que se ha dicho en dos minutos, por lo cual es necesario decidir qué lo que es lo verdaderamente importante, central.
Otro ejercicio que me ha servido de mucho consistió, en los años cincuenta, en escribir muchas y muy breves fichas bibliográficas para la “Revista de Estética". Hice centenares de ellas. Fue una experiencia que me sirve todavía hoy, incluso en este momento en el que se me pide que escriba una reflexión sobre el resumen en el espacio de dos cuartillas. Se podría escribir un tratado sobre el argumento. Pero es necesario escoger.
Un tipo especial de resumen es el de una novela. Es evidente que no se puede resumir toda la trama. Escoger no sólo significa seleccionar los hechos, sino también pronunciar implícitamente un juicio crítico. Por tanto, el resumen de una novela no es nunca un caso de simple información: es un acto crítico. Una vez Francis Fergusson dijo que el resumen de Edipo Rey era: "Busquen al culpable". No está mal, se sobreentiende hasta la interpretación freudiana.
De ello se deduce, para el lector de resúmenes, que el resumen de una novela no servirá jamás para saber algo sobre la novela, sino para saber algo sobre el crítico que la resume. Aunque a veces un buen resumen puede decir más sobre una novela que un libro de doscientas páginas. Depende.
Trataré de dar ejemplos de algunos resúmenes posibles del Ulises de Joyce. El primero es el que aparece, en dieciséis líneas mecanografiadas, como se había solicitado, entre las muestras que siguen a este artículo. Me he planteado el problema de decirle a alguien que no lo sepa en qué sentido el Ulises es una novela en la que la trama es en gran parte mero pretexto. Pero hubiera podido hacer un resumen totalmente distinto, con fines no didácticos. Por ejemplo: "Partido a la metafísica búsqueda de un hijo, judío dublinés sensual y bullanguero, mete un amante en la cama de su insatisfecha mujer”. O bien: 'La vida cotidiana en Dublín, ciudad-universo, vista en parte desde fuera y en parte desde dentro a través de la cabeza de tres personas". O este otro: 'El mito homérico revisitado en clave pequeño-burguesa, o sea que nuestra épica no puede vestir sino de chaqué y sombrero hongo, y no sabemos quién no espera en Itaca". Último: "Un joven que filosofa, un hombre que quisiera hacer el amor, una mujer que lo hará, pero mientras ellos piensan, quien de veras hace el amor es el lenguaje". Parecen reclamos, de, cartelera de películas con tres círculos y tres estrellas. Sin embargo, contienen una interpretación, una indicación de lectura, en absoluto frívola.
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