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COMENTARIO DE TEXTO: ¿Cómo educar después del holocausto? Por Joan-Carles Mèlich

Para la filosofía de la educación una de las preguntas fundamentales de este final de milenio es ¿cómo pensar la acción educativa después de los terribles acontecimientos del siglo XX? Pero para dar respuesta a esta cuestión es necesario distinguir, en primer lugar, entre hechos y acontecimientos. El acontecimiento es una brecha en el tiempo. Después de él ya nada vuelve a ser como antes. El acontecimiento abre un antes y un después en la historia. En el acontecimiento el tiempo se ha quebrado. Frente a los acontecimientos terribles del siglo XX, las viejas categorías, los antiguos conceptos que antaño nos permitían inteligir el mundo, han quedado obsoletos. Como ha explicado Hannah Arendt, «la terrible originalidad del totalitarismo no se debe a que alguna “idea” nueva haya entrado en el mundo, sino al hecho de que sus acciones rompen con todas nuestras tradiciones; han pulverizado literalmente nuestras categorías de pensamiento político y nuestros criterios de juicio moral».

El holocausto ha servido para descubrir la cultura de lo inhumano. La escalofriante originalidad del siglo XX consiste en la idea de la humanidad olvidada por el animal racional «y que se manifiesta sólo en las torpes y embarulladas efusiones de un animal amistoso carente del cerebro necesario para universalizar la mayor cantidad posible de sus pulsiones». En los campos de exterminio el ser humano descendió hasta el umbral más precario de su humanidad. En el Lager la ley era clara: cada uno para sí mismo. No hay ni padres, ni hermanos, ni amigos. Cada uno vive y muere por su cuenta. Solo.

La barbarie ya no se encuentra fuera de la civilización, sino en su interior. La barbarie forma parte del corazón de la civilización. ¿Qué significa esto? Significa que ahora la pregunta no es ¿dónde estaba Dios en Auschwitz?, sino ¿dónde estaba el hombre en Auschwitz? ¿dónde estaba la humanidad en Auschwitz?. Como ha escrito George Steiner, «en los campos de la muerte, el hombre, como especie, descendió, acaso de manera irreversible, hasta el más precario umbral de su humanidad. Volvió a ser bestia, aunque expresarlo de este modo sería insultar a los primates y al mundo animal. Al deshumanizar a su víctima, el verdugo se deshumaniza a sí mismo. El hedor perdura». O, dicho brevemente: «El hombre ha sufrido una regresión radical».

 

Insisto en la cuestión, ahora ligeramente modificada: ¿cómo pensar la educación ante la cultura de lo inhumano? ¿Cómo imaginar la acción educativa después de la muerte del hombre? George Steiner nos ha puesto ante el reto de responder al gran interrogante: ¿Cómo se puede leer a Rilke por la mañana, escuchar a Schubert por la noche y torturar al mediodía?

En efecto: no se pueden comprender importantes manifestaciones artísticas, filosóficas o literarias de la cultura occidental lejos del entorno absolutista y totalitario en el que fueron concebidas. No solamente hay que tener presente aquí el imperialismo y el colonialismo, sino también la relación entre cultura y regímenes políticos represivos y violentos. Siempre ha existido la duda respecto

al supuesto de que la evolución de la historia de la cultura occidental fuera ascendente. Sin embargo, como señala Steiner, ahora este supuesto «está decisivamente dañado»7. ¿Se sigue la historia moviendo hacia adelante o aparece de pronto la pesadilla del eterno retorno de Nietzsche como la imagen verdadera del tiempo y de la historia? ¿Cómo es posible explicar desde el sentido

común que la barbarie del siglo XX haya sido muchísimo peor en número y en organización que todas las otras barbaries de la historia?

La tesis de Steiner aparece ahora claramente formulada: se ha cambiado la experiencia de la historia. Ésta ya no se vive ahora como una curva ascendente. La historia también aparece como un descenso al infierno. Ninguno de nosotros ha estado en el Paraíso, pero sí en el infierno. Y algunos han vuelto para contarlo.

Por eso, precisamente porque el holocausto es un acontecimiento que cambia radicalmente nuestras categorías, nuestras formas de pensar el mundo, nuestra visión de la historia, la educación no se puede quedar al margen y la filosofía debe pensar radicalmente si sus Grundbegriffe continúan teniendo vigencia después y frente al fenómeno totalitario.

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