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DEBATE PROPUESTO EN LA LECHUZA DE MINERVA

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SER O TENER. (Texto para iniciar un debate).

En muchas ocasiones, madurar y llegar a ser adulto consiste tristemente en asistir atónito al derrumbe de gran parte de los planes de futuro que se tenían en la adolescencia, muchos de ellos edificados sobre pilares débiles como son los delirios de grandeza fomentados por los medios de comunicación de masas. Forzado por las circunstancias, el novato aprende a renunciar, a reorientar caminos, a modificar sueños sobre la marcha, a priorizar qué es lo que más le importa para centrar las energías en esa meta, porque a todas no se llega. Ser adulto es ser realista, y quien no lo sea, quien se deje arrastrar por los cantos de sirena, corre mayor riesgo de ser infeliz o de quedarse en la estacada por haber aspirado demasiado pronto, demasiado alto a demasiadas cosas.

En estos tiempos inciertos la receta para quienes aún se preparan para el futuro parece residir en tres factores: el sentido común, la valentía y el esfuerzo. El sentido común, ese que según Descartes estaba tan bien repartido, ha escaseado últimamente en las sociedades ultraconsumistas en las que todos nos movemos. La fórmula del éxito parecía muy sencilla: encontrar un empleo (aunque fuese temporal), buscar pareja, organizar un festín a bombo y platillo en los más lujosos enclaves para la celebración del contrato matrimonial (con o sin sacramento de por medio), firmar un cheque en blanco con una entidad bancaria hipotecando toda una vida con el fin de residir en una vivienda acomodada como la de alguien que ya ha trabajado treinta años, y tener al menos dos hijos, a poder ser niño y niña, que queda mejor en las fotos. Este era el único camino socialmente aceptable, el único que garantizaba los parabienes de familiares y amigos, el único posible.

Ahora bien, ¿es realmente esta fórmula la única posible o existen otras menos frecuentadas pero igualmente viables? En efecto, el sentido común reside en ser conscientes de que dicha fórmula puede tener un precio muy alto, e incluso habiéndola alcanzado, no siempre se toca el cielo con las puntas de los dedos. Conviene analizar muy bien cuál es la situación personal propia, pues no siempre es la misma que la de nuestros conocidos, entendiendo que a distinta situación, tendrá que haber necesariamente una distinta fórmula a seguir.

El segundo factor es la valentía, concebida de un modo muy diferente al que se acostumbra. Son tantas las personas que aseguran posteriormente “no me gustaba ese plan, pero como todo el mundo lo hacía…”, “en realidad no me convencía, pero quise agradar a mis padres”, “por mí no lo habría hecho, pero por no aguantar las presiones de mis amigos…, “sólo quería ser como los demás”, etc. No es más valiente quien tiene una deuda mayor o un coche con más aceleración, sino quien es consecuente con su forma de entender la vida.

Si un proyecto nos convence, si vemos que estamos en disposición de apostar por él, adelante y suerte, pero si no es así, si el momento no lo permite o simplemente el plan no nos seduce, hay que plantearse el saber decir “no” y plantar cara. A los profesores nos dan instrucciones para que les digamos esto a nuestros alumnos, pero saber decir “no” no se reduce a rechazar una invitación a una copa cuando se tienen catorce años, implica muchas otras decisiones de la vida adulta. La negativa no tiene por qué ser en sí misma mala, no siempre ha de ser un “no” rotundo, puede ser un “no, por ahora” o un “no en esta circunstancia”. Decir “no” y llevarlo a cabo exige tener aguante, pero si es lo que se desea, quizás merezca la pena asumir el reto.

El tercer factor es el esfuerzo. En una sociedad tan competitiva como la actual, el esfuerzo es necesario si queremos estar mejor preparados para las contingencias que nos sobrevengan. Ya no será suficiente con tener un título, quizás sean necesarios más de uno. La formación ya no es un período de las primeras etapas de la niñez que se recordará con nostalgia o rechazo, dependiendo del caso. Ahora será para toda la vida, habrá que estar continuamente reinventándose, porque si uno no lo hace y el vecino sí, estaremos en desventaja con él. La mala noticia es que ese esfuerzo no será una garantía de estabilidad laboral como lo era antiguamente, sino solo un medio para protegerse, ya que el factor suerte tiene su peso a la hora de mejorar en el mercado laboral. Aún así, el esfuerzo debe siempre primar, pues como se suele decir, “si la suerte llama a tu puerta, mejor que te coja trabajando”.

En el fondo la cuestión que se nos presenta reside en un cambio de actitud o de perspectiva, en dirimir si la sociedad en la que deseamos vivir va a ser la sociedad del “ser” o la sociedad del “tener”. Y ese debate, con anuncio televisivo incluido (Banderas dixit: “No es lo que tengo, es lo que soy”) es precisamente el tema de nuestro tiempo, ese para el que la filosofía, afortunadamente, aún nos puede resultar una práctica no sólo saludable sino inteligente. Parémonos a pensar antes de actuar, filosofemos sobre el modelo de futuro que más nos convence, hagámoslo ya, y así la lechuza de Minerva no llegará tarde, sino que nos sobrevolará al mediodía, agitando sus alas cuando la luz es más clara y la mente todavía se mueve ágil. No perdamos más tiempo, atrevámonos a pensar.

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