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EL MITO DE EDIPO (01/10/04)

En Tebas, vivió el rey Layo con su esposa Yocasta. El oráculo de Delfos había dicho que Layo jamás debería tener hijos, porque si nacía un varón, éste mataría a su propio padre y se casaría con su madre. Cuando Yocasta, sin hacer caso de la profecía, tuvo un hijo, Layo optó por abandonarlo para que muriera de hambre o fuera devorado por animales salvajes. El rey Layo ordenó a un pastor que abandonara al niño en el campo. Para más seguridad, perforó los tendones de Aquiles del niño para que éste no pudiera moverse por las montañas o encontrar el camino de retorno a Tebas. El pastor hizo lo que el rey le ordenó, pero andando por las montañas con las ovejas, se encontró con un pastor de Corinto, ya que la casa real de Corinto tenía pastos por esos parajes. El pastor de Corinto sintió gran compasión por el pobre niño que o moriría de hambre o sería devorado por animales salvajes. Suplicó al pastor de Tebas que le dejara llevar al niño a su propio rey de Corinto. De ese modo, el niño se crió como príncipe de esta ciudad, porque los reyes de Corinto no tenían hijos. Le llamaron Edipo, que significa "pie hinchado", por el mal trato que había recibido en Tebas. Edipo creció y se convirtió en un hermoso joven, apreciado por todos. Pero nadie le contó que no era el verdadero hijo de los reyes. Una vez, en una gran fiesta apareció un huésped que murmuró que Edipo no era el hijo legítimo de los reyes ...
Pero cuando se lo preguntó a la reina, tampoco recibió una respuesta concreta. Entonces decidió visitar el oráculo de Delfos para aclarar el asunto. A la pregunta de si era el legítimo príncipe heredero de Corinto, Pitia contestó: "Sal de donde está tu padre, porque si vuelves a encontrarte con él lo matarás. Y luego te casarás con tu propia madre y engendrarás hijos con ella". Era la misma profecía que el oráculo le había hecho al rey de Tebas. Entonces Edipo no se atrevió a regresar a Corinto porque pensaba que el rey y la reina eran sus legítimos padres, así que se dirigió hacia Tebas. Y en el camino se encontró con un elegante caballero que iba en un magnífico carro tirado por cuatro caballos. Con él iban varios guardias que golpearon a Edipo para que dejara paso al carro. Edipo, que, se había criado como principe heredero de Corinto, no estaba dispuesto a tolerar un trato así, y tras algunas vacilaciones, el trágico encuentro terminó con que Edipo mató al rico caballero. Que en realidad era su propio padre.
Mató también a todos los guardias, pero el cochero logró escapar. Volvió a Tebas y contó que un león había matado al rey layo. La reina y el pueblo de Tebas guardaron luto, pero había, otra cosa que preocupaba a los habitantes de la ciudad.
Una esfinge, un monstruo enorme, con cuerpo de león y cabeza de mujer, que vigilaba el camino a Tebas. Mataba a todos los transeúntes que no sabía resolver los enigmas que les planteaba. Entonces, el pueblo de Tebas prometió que el que supiera resolver el enigma se casaría con la reina Yocasta y se convertiría en rey de Tebas, tras la muerte del rey Layo. Edipo que pronto olvidó que había tenido que emplear la espada en el largo viaje, llegó al monte de la esfinge. La esfinge planteó a Edipo el siguiente enigma: ¿Quién anda a la vez sobre dos, tres y cuatro patas?.
El hombre respondió Edipo: Se mueve a cuatro patas por la mañana, camina erguido al mediodía y utiliza tres pies al atardecer, porque necesita bastón. Edipo había dado la respuesta correcta, lo cual fue tan terrible para la esfinge que se lanzó desde la montaña y cayó muerta. Debido a este suceso, Edipo fue recibido como un héroe en Tebas. Le dieron la recompensa prometida y se casó con Yocasta, que era su propia madre. Con el tiempo tuvieron dos hijos y dos hijas.
Pero la historia no termina aquí. Poco tiempo después, brotó una terrible peste en la ciudad. En aquellos tiempos, los griegos creían que ese tipo de desgracias se debía a la colera de Apolo y que su enfado tendría alguna causa. Así que, una vez más, hubo que recurrir al oráculo de Delfos, con el fin de averiguar por qué el dios les había enviado esa terrible peste. Pitia respondió que deberían buscar al asesino del rey layo. Si no lo encontraban, toda la ciudad moriría.
Fue el rey de Edipo el que hizo todo lo posible por encontrar al asesino. Jamás había relacionado la pelea en el camino con el asesinato del rey Layo. Sin saberlo, el mismo Edipo era el asesino que debía aclarar su propio crimen. Un vidente le contó que el propio rey era el culpable. Cuando se dio cuenta de toda la verdad, se sacó los ojos.
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