PREJUICIOS (8-10-04)
Autor: Juan José Millás
A veces las ideas son como esos zapatos viejos que nos resistimos a tirar porque resultan comodísimos. O como ese sillón en el que dormimos la siesta desde hace veinte años y del que no estamos dispuestos a desprendernos de ninguna manera. Hay ideas que de tanto usarlas han adquirido ya la forma de nuestro cuerpo, que se acoplan a nuestras necesidades como un útero. Dentro de ellas no nos puede pasar nada, y por eso las defendemos a muerte. Lo malo es que, en la misma medida que nos protegen del entorno hostil, nos limitan. Por ello, hay que tener el valor de cambiar de zapatos, de desprenderse del sillón, de poner en cuestión las opiniones que utilizamos como un dogma de fe para protegernos de la incertidumbre.
Autor: Esteban Tabares
Cuando los prejuicios se instalan en el imaginario social, difícilmente se pueden erradicar. Eso es lo que está sucediendo por desgracia en nuestro país con respecto a los inmigrantes: mucha gente los hace culpables de casi todo lo malo que pasa aquí. Son personas que casi siempre comienzan sus argumentos diciendo: «Yo no soy racista, pero es que... ». Y comienzan a lanzar un rosario de «peros» que sólo son estereotipos y frases hechas que repiten sin contrastar con la realidad y sin el sentido común más elemental.
También hay dirigentes políticos y del mismo Gobierno y escritores de reconocido nombre que repiten los mismos prejuicios, aunque de una manera más elaborada y con una clara intencionalidad contra la inmigración. Culpabilizar y criminalizar a los extranjeros pobres (les llaman «los ilegales») está en su discurso frecuentemente. Grave riesgo ese de hacer política con la inmigración en lugar de hacer una política de inmigración justa, solidaria y acorde con los Derechos Humanos de los que tanto nos vanagloriamos.
A veces las ideas son como esos zapatos viejos que nos resistimos a tirar porque resultan comodísimos. O como ese sillón en el que dormimos la siesta desde hace veinte años y del que no estamos dispuestos a desprendernos de ninguna manera. Hay ideas que de tanto usarlas han adquirido ya la forma de nuestro cuerpo, que se acoplan a nuestras necesidades como un útero. Dentro de ellas no nos puede pasar nada, y por eso las defendemos a muerte. Lo malo es que, en la misma medida que nos protegen del entorno hostil, nos limitan. Por ello, hay que tener el valor de cambiar de zapatos, de desprenderse del sillón, de poner en cuestión las opiniones que utilizamos como un dogma de fe para protegernos de la incertidumbre.
Autor: Esteban Tabares
Cuando los prejuicios se instalan en el imaginario social, difícilmente se pueden erradicar. Eso es lo que está sucediendo por desgracia en nuestro país con respecto a los inmigrantes: mucha gente los hace culpables de casi todo lo malo que pasa aquí. Son personas que casi siempre comienzan sus argumentos diciendo: «Yo no soy racista, pero es que... ». Y comienzan a lanzar un rosario de «peros» que sólo son estereotipos y frases hechas que repiten sin contrastar con la realidad y sin el sentido común más elemental.
También hay dirigentes políticos y del mismo Gobierno y escritores de reconocido nombre que repiten los mismos prejuicios, aunque de una manera más elaborada y con una clara intencionalidad contra la inmigración. Culpabilizar y criminalizar a los extranjeros pobres (les llaman «los ilegales») está en su discurso frecuentemente. Grave riesgo ese de hacer política con la inmigración en lugar de hacer una política de inmigración justa, solidaria y acorde con los Derechos Humanos de los que tanto nos vanagloriamos.
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