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LA LIBERACIÓN DEL PRISIONERO

LA LIBERACIÓN DEL PRISIONERO Pero el mito describe, además, un segundo estadio. En él se nos presenta la vida como un proceso de liberación y un camino que hay que andar en una dirección. Al final de ese recorrido se halla la salida y en ella aparece otro mundo —cosas reales, luz, aire— distinto de las simples «visiones» de imágenes y sombras a las que el prisionero estaba acostumbrado. El mito platónico marca un sendero desde la tiniebla a la luz, e índica, al mismo tiempo, que el camino está ahí para recorrerlo. Entre tantas enseñanzas de estas páginas platónicas se encuentra la de que el saber es siempre progreso, camino. (Tal vez por eso el término método quiere decir camino por recorrer.)
Todo conocer parece surgir de esa sombra inicial y su meta es, tras el recorrido de nuestros pasos «mentales», la inteligencia de la realidad, y la luz que nos lleva a descubrir el mundo, investigarlo y, en definitiva, hacerlo nuestro, convertirlo en nuestro lenguaje y, por supuesto, poderlo comunicar.
Pero hay un tercer acto en la «comedía» platónica. El prisionero que haya podido liberarse de sus ataduras y contemple, al fin, lo que hay al otro lado de la caverna, no se detiene en el gozo que, sin duda, le ofrece la realidad y la luz con la que ve la verdad. Se levanta en él un
sentimiento de solidaridad con los pobres encadenados que siguen en el fondo, y ese sentimiento le impulsa a comunicar a los antiguos compañeros su sorprendente descubrimiento. Un componente moral, una actitud de solidaridad parece encontrarse en todo proceso de conocimiento. El saber no es saber sí no se comunica, sí no se enseña, sí no sirve para sentir en él la necesidad de compartir y educar.
El mito platónico deja, sin embargo, un sabor pesimista. Los prisioneros, felices entre sus sombras, no quieren escapar de sus cadenas. Están cómodos allí, al abrigo de la costumbre, y se ríen de quien les habla de otro mundo verdadero y real; le toman por loco y sí le pudieran echar mano acabarían por matarlo. Sin embargo, entre esos dos mundos, el de la caverna y el de la luz, el de la libertad y el de la prisión, hay una frontera que representa el movimiento del primer liberado y su necesidad de liberar a los demás. Y esto nos lleva a otro de los grandes problemas del platonismo: la educación.

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