VISIONADO: ZELIG ESTRUCTURAS SOCIALES-
En la concepción de nuestra identidad interviene de forma notoria el entorno, la llamada «mirada del otro». La concepción de nuestra propia identidad, y la identidad social se construyen afectándose de forma recíproca en nuestras relaciones sociales, y muy especialmente mediante la adscripción a grupos. La integración en un grupo supone la interiorización de los valores, actitudes y normas del mismo, lo cual nos conforma como miembros del grupo tanto individualmente como socialmente.
Leonard Zelig tenía autoconciencia, pero había perdido casi por completo la percepción de su propia identidad a causa de la adopción de los roles de las personas con las que se relacionaba en cada momento. «La mirada del otro» había tomado un papel tan prominente que anulaba los otros componentes de la personalidad: la narración de sí mismo, su role-playing, su pertenencia a grupos, e incluso, como muy bien nos muestra Wody Allen, su propio soma.
Solo bajo los efectos de la hipnosis, la doctora Eudora Fletcher encontró un rescoldo de identidad propia y una explicación de sí mismo, de su actitud camaleónica: necesitaba ser querido, protegerse, ser igual que los demás para gustar, o al menos para que no le hicieran daño. Esta es una actitud humana que todos compartimos.
La película nos muestra muchos más ejemplos de comportamientos grupales, que pueden no llamar la atención por lo cotidianos que resultan. El consumo masificado de todo tipo de productos alusivos al camaleón humano, el ridículo y divertido baile del camaleón del que todos disfrutaban, o la adhesión al régimen nazi en la etapa de preguerra de principios del siglo pasado, son algunos ejemplos de ellos.
El camaleonismo no es un fenómeno raro, todo lo contrario, casi podríamos decir que es una de las esencias del ser humano. Una estrategia de integración social, y por consiguiente de protección y supervivencia. Además es una de las identidades emergentes en la sociedad del cambio.
La identidad camaleónica lleva implícita una voluntad de simulación, de integración, de simpatía con el entorno y empatía formal con los otros. Es la típica del peloteo interno en la empresa para ascender o del peloteo fuera de ella para conseguir aceptación. El camaleón establece lazos cínicos con su entorno social, y más concretamente con su entorno laboral, pues la empresa es un sistema que le proporciona empleo, pero a la vez es vista también como potencial desempleadora. La insolidaridad dentro de la empresa es una característica que se deriva de lo anterior. Se busca encajar y hacerse imprescindible por encima de todo y de todos. La ética es también simulada y empleada como una cobertura para la aceptación social.
En el film Zelig nos hace una descripción de su niñez en un entorno de pulgas: «yo pegaba a mi hermana, mi madre me pegaban a mi y a mi hermana, (...) los vecinos pegaban a mi familia.» Esta es la descripción de lo más significativo de su infancia, es decir escasa integración grupal y nula capacidad de gestión no violenta de conflictos. La publicidad y los movimientos de masas y de opinión que se muestran en la película son también el resultado de la amplia implantación de personalidades creadas y manipuladas en serie. La falta de criterio y de sentido individual en combinación con la manipulación de masas, quedan también retratadas de forma sarcástica cuando se muestra la opinión de un ciudadano sobre que Zelig era un ejemplo a seguir, o cuando se le presenta sucesivamente como símbolo del conformismo, del capitalismo, de la esperanza en la mejora, y finalmente como símbolo del valor.
Vimos que Zelig no llegaba a ser un auténtico camaleón, pero como pertenece a cualquier grupo de personas con las que se relaciona, y su agencia queda anulada en la del grupo, ni pertenece a ningún grupo ni tiene agencia, por lo que este hombre, con realmente poca personalidad, tampoco tiene la personalidad pulga.
En la película se dice explícitamente que Zelig abraza el nacionalsocialismo buscando el anonimato, y en efecto, la personalidad hormiga se caracteriza esencialmente por la cesión de gran parte de su autonomía a una estructura grupal jerárquica y compleja. , el ejemplo que nos muestra la película es el del régimen nazi, en el que Zelig había llegado en poco menos de un año a situarse en plena cúpula, gracias sin duda a su perfecta adopción del rol de un miembro fiel de dicho movimiento. Era la perfecta hormiga en las filas del nazismo.
La primera referencia al sentido de la vida en la película aparece cuando Zelig nos narra la anécdota de que un día entró en una sinagoga y le preguntó al rabino por el sentido de la vida. Éste le respondió en hebreo, y como él no sabía hebreo no pudo conocer la respuesta a tan trascendental cuestión. Como solución, el rabino le propuso darle clases por 600$ al mes. ¿Es esto un chiste o es el sentido de la vida?, lo que perseguía el rabino era su fortaleza económica para asegurar su mejor supervivencia, la búsqueda de dinero en la que todos estamos necesariamente implicados.
En otra ocasión, Zelig nos dice que cuando su padre murió, le dijo que la vida era una pesadilla sin sentido, y le recomendó que se dedicara a coleccionar algo como cáscaras de naranja. Nuevamente podemos preguntarnos ¿bromea Allen? Y nuevamente podemos afirmar que no. La mente racional e instrumental que tiene el ser humano, como herramienta funcional para la supervivencia es la que nos impulsa a querer encontrar un sentido también a nuestra propia existencia. Pero esto todavía no justifica la respuesta del padre de Leonard, necesitamos implicar también el innato deseo de supervivencia, la autoconciencia de nuestra mortalidad, y finalmente la inmemorial promesa de las religiones sobre el «más allá». Ahora sí podemos imaginar el razonamiento del padre de Zelig: se me había prometido la inmortalidad que saciaba plenamente mis deseos intrínsecos de supervivencia, pero la crisis de religiosidad existente me desvela con nitidez la falacia de la vida eterna, de forma que me he quedado sin nada, sin sentido, esto es una pesadilla, una pesadilla sin sentido. El fallo de este argumento es un fallo de perspectiva, un fallo de magnitud en las unidades a comparar. En respuesta a nuestros deseos de trascendencia, teníamos al alcance de la mano algo tan grande como la salvación eterna en el cielo, y nos hemos quedado con algo tan pequeño a su lado como vivir tan solo unos años. Unos años frente a la eternidad es una nimiedad, un sin sentido.
Así fueron los años 20, nos dice el documental, en alusión a que las estructuras sociales y sus intrincados modos de funcionamiento se imponen a las voluntades individuales.
Leonard Zelig tenía autoconciencia, pero había perdido casi por completo la percepción de su propia identidad a causa de la adopción de los roles de las personas con las que se relacionaba en cada momento. «La mirada del otro» había tomado un papel tan prominente que anulaba los otros componentes de la personalidad: la narración de sí mismo, su role-playing, su pertenencia a grupos, e incluso, como muy bien nos muestra Wody Allen, su propio soma.
Solo bajo los efectos de la hipnosis, la doctora Eudora Fletcher encontró un rescoldo de identidad propia y una explicación de sí mismo, de su actitud camaleónica: necesitaba ser querido, protegerse, ser igual que los demás para gustar, o al menos para que no le hicieran daño. Esta es una actitud humana que todos compartimos.
La película nos muestra muchos más ejemplos de comportamientos grupales, que pueden no llamar la atención por lo cotidianos que resultan. El consumo masificado de todo tipo de productos alusivos al camaleón humano, el ridículo y divertido baile del camaleón del que todos disfrutaban, o la adhesión al régimen nazi en la etapa de preguerra de principios del siglo pasado, son algunos ejemplos de ellos.
El camaleonismo no es un fenómeno raro, todo lo contrario, casi podríamos decir que es una de las esencias del ser humano. Una estrategia de integración social, y por consiguiente de protección y supervivencia. Además es una de las identidades emergentes en la sociedad del cambio.
La identidad camaleónica lleva implícita una voluntad de simulación, de integración, de simpatía con el entorno y empatía formal con los otros. Es la típica del peloteo interno en la empresa para ascender o del peloteo fuera de ella para conseguir aceptación. El camaleón establece lazos cínicos con su entorno social, y más concretamente con su entorno laboral, pues la empresa es un sistema que le proporciona empleo, pero a la vez es vista también como potencial desempleadora. La insolidaridad dentro de la empresa es una característica que se deriva de lo anterior. Se busca encajar y hacerse imprescindible por encima de todo y de todos. La ética es también simulada y empleada como una cobertura para la aceptación social.
En el film Zelig nos hace una descripción de su niñez en un entorno de pulgas: «yo pegaba a mi hermana, mi madre me pegaban a mi y a mi hermana, (...) los vecinos pegaban a mi familia.» Esta es la descripción de lo más significativo de su infancia, es decir escasa integración grupal y nula capacidad de gestión no violenta de conflictos. La publicidad y los movimientos de masas y de opinión que se muestran en la película son también el resultado de la amplia implantación de personalidades creadas y manipuladas en serie. La falta de criterio y de sentido individual en combinación con la manipulación de masas, quedan también retratadas de forma sarcástica cuando se muestra la opinión de un ciudadano sobre que Zelig era un ejemplo a seguir, o cuando se le presenta sucesivamente como símbolo del conformismo, del capitalismo, de la esperanza en la mejora, y finalmente como símbolo del valor.
Vimos que Zelig no llegaba a ser un auténtico camaleón, pero como pertenece a cualquier grupo de personas con las que se relaciona, y su agencia queda anulada en la del grupo, ni pertenece a ningún grupo ni tiene agencia, por lo que este hombre, con realmente poca personalidad, tampoco tiene la personalidad pulga.
En la película se dice explícitamente que Zelig abraza el nacionalsocialismo buscando el anonimato, y en efecto, la personalidad hormiga se caracteriza esencialmente por la cesión de gran parte de su autonomía a una estructura grupal jerárquica y compleja. , el ejemplo que nos muestra la película es el del régimen nazi, en el que Zelig había llegado en poco menos de un año a situarse en plena cúpula, gracias sin duda a su perfecta adopción del rol de un miembro fiel de dicho movimiento. Era la perfecta hormiga en las filas del nazismo.
La primera referencia al sentido de la vida en la película aparece cuando Zelig nos narra la anécdota de que un día entró en una sinagoga y le preguntó al rabino por el sentido de la vida. Éste le respondió en hebreo, y como él no sabía hebreo no pudo conocer la respuesta a tan trascendental cuestión. Como solución, el rabino le propuso darle clases por 600$ al mes. ¿Es esto un chiste o es el sentido de la vida?, lo que perseguía el rabino era su fortaleza económica para asegurar su mejor supervivencia, la búsqueda de dinero en la que todos estamos necesariamente implicados.
En otra ocasión, Zelig nos dice que cuando su padre murió, le dijo que la vida era una pesadilla sin sentido, y le recomendó que se dedicara a coleccionar algo como cáscaras de naranja. Nuevamente podemos preguntarnos ¿bromea Allen? Y nuevamente podemos afirmar que no. La mente racional e instrumental que tiene el ser humano, como herramienta funcional para la supervivencia es la que nos impulsa a querer encontrar un sentido también a nuestra propia existencia. Pero esto todavía no justifica la respuesta del padre de Leonard, necesitamos implicar también el innato deseo de supervivencia, la autoconciencia de nuestra mortalidad, y finalmente la inmemorial promesa de las religiones sobre el «más allá». Ahora sí podemos imaginar el razonamiento del padre de Zelig: se me había prometido la inmortalidad que saciaba plenamente mis deseos intrínsecos de supervivencia, pero la crisis de religiosidad existente me desvela con nitidez la falacia de la vida eterna, de forma que me he quedado sin nada, sin sentido, esto es una pesadilla, una pesadilla sin sentido. El fallo de este argumento es un fallo de perspectiva, un fallo de magnitud en las unidades a comparar. En respuesta a nuestros deseos de trascendencia, teníamos al alcance de la mano algo tan grande como la salvación eterna en el cielo, y nos hemos quedado con algo tan pequeño a su lado como vivir tan solo unos años. Unos años frente a la eternidad es una nimiedad, un sin sentido.
Así fueron los años 20, nos dice el documental, en alusión a que las estructuras sociales y sus intrincados modos de funcionamiento se imponen a las voluntades individuales.
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