Cuando la educación se convierte en campo de batalla la primera víctima es la educación misma. En este país nuestro, de historia tan triste que decía el poeta desesperanzado, la paz no ha llegado a este territorio. Reformas, contrarreformas, recontrarreformas... Atrás quedaron los cadáveres o los cuerpos moribundos de disciplinas como las lenguas clásicas, la música... y desde hace tiempo los homicidas de todo lo que huela a cultura parece que le tienen ganas a la filosofía. Nada grave si no fuera porque nuestros estudiantes presentan un déficit escandaloso en capacidades tan básicas como la de lectura comprensiva. Capacidades que están ya no sólo en la base de cualquier aprendizaje sino incluso de algo tan cívico como es poder leer un periódico, y para cuyo desarrollo el estudio de las disciplinas llamadas humanísticas son, que se sepa, el mejor reconstituyente.
La última reforma educativa la propuso el PSOE en la anterior legislatura. Su materia estrella: la educación para la ciudadanía. De manera sorprendente el PP se puso en pie de guerra contra esta asignatura más bien inocua -¿se harán "buenos ciudadanos" nuestros adolescentes merced a una o dos horas semanales de teoría?-. Uno de sus barones más aguerridos, el señor Camps, se ha destacado sobremanera en esta batalla. Su gobierno quiere recortar la enseñanza de la filosofía en primero de bachillerato, y todos sospechan que ello es un castigo por su obligado (por el gobierno central) maridaje lascivo con la ciudadanía. Y en cuanto a la educación para la ciudadanía propiamente dicha, reduce su enseñanza a una hora semanal, afirma ufano que se dará en inglés y prevé hasta tres modos alternativos de salvar el trámite de la misma: cursando el programa normal, haciendo el estudiante un trabajo cuyo contenido decidirán sus padres o... simplemente objetando. Perfecto. Como soy pitagórico, exigiré que a mi hija no se le enseñen los números irracionales en matemáticas. Y como soy evolucionista pero creo en la teología de la naturaleza, nada de que los profesores de biología le expliquen a Darwin. Con Lamarck basta
.
Lo cierto es que a fecha de hoy -y las matriculaciones para el próximo curso están a la vuelta de la esquina- los pobres inspectores de la Conselleria de Educación andan a la caza y captura de profesores de los seminarios de historia y de filosofía de los institutos de secundaria que puedan/quieran dar la asignatura de marras en inglés. ¿Y los máximos responsables de la Conselleria? Ausentes en la negociación, según cuentan quienes estuvieron en ella, nadie sabe dónde están. Lo único que parece claro es que no están para nadie. Ni para sindicatos, ni para comisiones universitarias, que también les han solicitado entrevistas a sus excelencias.
Los sindicatos más moderados califican la propuesta de la Conselleria de ilegal e irresponsable. Otros más decididos ya anuncian que denunciarán por prevaricación a quien del gobierno autonómico se atreva a firmar la orden. Mientras tanto, los estudiantes de la Facultad de Filosofía han decidido protestar acampando en las verdes praderas de los jardines de la avenida Blasco Ibáñez, bajo la vigilante -y atenta- mirada de la policía local. Como se ve, no todo en el Levante feliz es felicidad. Debajo de la alfombra de las grandes obras y proyectos faraónicos se esconde el caos en que se están convirtiendo los servicios públicos. Esos que los ciudadanos -hayan o no sido educados para la ciudadanía- utilizan todos los días.
Vicente Sanfélix Vidarte, catedrático de Filosofía de la Universidad de Valencia.
El País, 19/05/2008
La última reforma educativa la propuso el PSOE en la anterior legislatura. Su materia estrella: la educación para la ciudadanía. De manera sorprendente el PP se puso en pie de guerra contra esta asignatura más bien inocua -¿se harán "buenos ciudadanos" nuestros adolescentes merced a una o dos horas semanales de teoría?-. Uno de sus barones más aguerridos, el señor Camps, se ha destacado sobremanera en esta batalla. Su gobierno quiere recortar la enseñanza de la filosofía en primero de bachillerato, y todos sospechan que ello es un castigo por su obligado (por el gobierno central) maridaje lascivo con la ciudadanía. Y en cuanto a la educación para la ciudadanía propiamente dicha, reduce su enseñanza a una hora semanal, afirma ufano que se dará en inglés y prevé hasta tres modos alternativos de salvar el trámite de la misma: cursando el programa normal, haciendo el estudiante un trabajo cuyo contenido decidirán sus padres o... simplemente objetando. Perfecto. Como soy pitagórico, exigiré que a mi hija no se le enseñen los números irracionales en matemáticas. Y como soy evolucionista pero creo en la teología de la naturaleza, nada de que los profesores de biología le expliquen a Darwin. Con Lamarck basta
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Lo cierto es que a fecha de hoy -y las matriculaciones para el próximo curso están a la vuelta de la esquina- los pobres inspectores de la Conselleria de Educación andan a la caza y captura de profesores de los seminarios de historia y de filosofía de los institutos de secundaria que puedan/quieran dar la asignatura de marras en inglés. ¿Y los máximos responsables de la Conselleria? Ausentes en la negociación, según cuentan quienes estuvieron en ella, nadie sabe dónde están. Lo único que parece claro es que no están para nadie. Ni para sindicatos, ni para comisiones universitarias, que también les han solicitado entrevistas a sus excelencias.
Los sindicatos más moderados califican la propuesta de la Conselleria de ilegal e irresponsable. Otros más decididos ya anuncian que denunciarán por prevaricación a quien del gobierno autonómico se atreva a firmar la orden. Mientras tanto, los estudiantes de la Facultad de Filosofía han decidido protestar acampando en las verdes praderas de los jardines de la avenida Blasco Ibáñez, bajo la vigilante -y atenta- mirada de la policía local. Como se ve, no todo en el Levante feliz es felicidad. Debajo de la alfombra de las grandes obras y proyectos faraónicos se esconde el caos en que se están convirtiendo los servicios públicos. Esos que los ciudadanos -hayan o no sido educados para la ciudadanía- utilizan todos los días.
Vicente Sanfélix Vidarte, catedrático de Filosofía de la Universidad de Valencia.
El País, 19/05/2008
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