LA FORMA DEL DIÁLOGO EN PLATÓN (01/10/04)
Platón quiere adecuar su obra a una época en la que la filosofía aún no se ha sedimentado en sistemas y teorías, sino que es discusión que brota desde la raíz misma de la comunidad y de sus problemas como tal comunidad. Y la mejor manera de plasmar esta reflexión en común se la ofreció el estilo literario del diálogo.
Sólo mediante el diálogo es posible hacer compatibles diversas opiniones sobre un problema. En él se refleja el pensamiento vivo en el que las ideas se entrecruzan y se fecundan. En esto consistía la mayeútica socrática: la sucesión de preguntas y respuestas.
Pero únicamente se nos plantea una pregunta cuando surge la duda sobre si las cosas son tal y como creemos que son; por eso es más difícil preguntar que responder, puesto que el que pregunta para saber parte del reconocimiento de la propia ignorancia.
«... En los diálogos platónicos no es difícil descubrir la distinción crítica entre habla auténtica y habla inauténtica. El que en el hablar sólo busca tener razón, no darse cuenta de como son las cosas, considera lógicamente que es más fácil preguntar qué dar respuesta, entre otras cosas porque no se corre el peligro de dejar a deber una respuesta a alguna pregunta. Sin embargo, el fracaso del que se pone a preguntar con esta intención viene a demostrar que el que está seguro de saberlo todo no puede preguntar nada. Para poder preguntar hay que querer saber, esto es, saber que no se sabe».
Esta es la auténtica actitud filosófica. Pero muchas veces ocurre que, por la comodidad de aceptar la opinión de la mayoría, somos incapaces de reconocer nuestra ignorancia y de plantearnos preguntas; no en vano la palabra que entre los griegos designaba a la opinión (doxa), significa la decisión adoptada por la mayoría en la asamblea. Pero, ¿coincide el ser de las cosas con la opinión que en general se tiene de ellas?. Esta es la pregunta que se hace el que realmente quiere aspirar al saber; el filósofo.
Por eso el arte del diálogo no es el arte de ganar a los interlocutores en la argumentación, sino el arte de seguir preguntando, de buscar la verdad, es el arte de pensar. Para desarrollar este auténtico arte de la investigación se deben cumplir unas condiciones fundamentales:
- La auténtica pregunta debe ser formulada de forma clara y precisa; y debe estar abierta a respuestas diversas.
- Los interlocutores no deben pretender aplastar al otro con argumentos, sino comprender y valorar la opinión contraria.
- La conclusión del diálogo no debe preconcebirse de antemano, pues su auténtica productividad consiste en que lo que sale a la luz es algo que pertenece a todos. La forma literaria del diálogo devuelve el lenguaje al movimiento originario de la conversación y con ello la palabra se protege de cualquier abuso dogmático.
Platón revela en el mito de Theuth, que no tiene una buena opinión de la filosofía escrita, puesto que lo que está escrito, no puede ser modificado para encontrar lo que cada lector necesita encontrar: «En Naucratis de Egipto vivió uno de los antiguos dioses de allá, aquel cuya ave sagrada es la que llaman ibis y cuyo nombre es Theuth. Este fué el primero que, entre otras cosas inventó la escritura. Era entonces rey de todo Egipto Thamus, cuya corte estaba en Tebas. Theuth fué al rey y le mostró su arte, afirmando que debía ser comunicado a los demás egipcios. Thamus le preguntó entonces que utilidad tenía. Y Theuth le respondió: «Este conocimiento, ¡oh rey!, hará más sabios a los egipcios; es el elixir de la memoria y de la sabiduría lo que con él he descubierto». Entonces Thamus le dijo: «¡Oh Theuth!, por ser el padre de la escritura le atribuyes facultades contrarias a las que posee, pues ella producirá en el alma de los hombres el olvido de la sabiduría, ya que, fiándose en la escritura, recordarán de un modo externo, no desde su propio interior. Será, por tanto, la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que la escritura producirá en los hombres; y una vez que haya hecho en ellos eruditos sin verdadera instrucción, su compañia será difícil de soportar porque se creerán sabios en lugar de serlo»» (Fedro).
Es la articulación de preguntas y respuestas la que orienta al hombre hacia el conocimiento «de lo que es cada cosa en sí, la noción de su esencia». Cuando el diálogo alcanza este fin se convierte en auténtica dialéctica.
EL LENGUAJE DEL MITO
El mito, lejos de ser ajeno a nuestro pensamiento cotidiano forma parte integrante de nuestra conciencia colectiva: incluso no se opone al pensamiento científico. Mito y ciencia son dos formas de explicación de lo real que utilizan lenguajes distintos, metafórico e imaginativo uno, preciso y conceptual el otro.
El mito responde a una necesidad fundamental del espíritu humano y no puede ser considerado como un ensueño gratuito: más bien es una hipótesis de trabajo que el hombre utiliza para cuestionarse el presente y proyectar el futuro.
La grandeza del mito es que permite que nos reconozcamos en esas imágenes del pasado plasmando en ellas nuestras vivencias y limitaciones. Y al igual que la ciencia pretende ofrecer al hombre un modo de actuar sobre el mundo, asegurándole su posesión espiritual y material.
En el Mito de la Caverna, Platón nos propone un sistema de símbolos que nosotros vamos a intentar llenar de significado con nuestros problemas y aspiraciones.
DIÁLOGOS DE PLATÓN
Conjunto de escritos de Platón.
Sócrates no escribió nada pues creía que la escritura no era el lugar apropiado para la transmisión de la verdad y del conocimiento. Sabemos que su método de investigación y de enseñanza era la mayéutica y que el diálogo era una de sus partes fundamentales. Platón será fiel en gran medida a su maestro y también considerará que la verdad se muestra en el intercambio de ideas entre diversos interlocutores. Incluso definirá el pensamiento como "el diálogo que el alma mantiene consigo misma". En su juventud Platón escribió tragedias, pero, según cuenta la tradición, cuando conoció a Sócrates decidió quemar todos sus escritos y dedicarse a la filosofía. Estos dos hechos -la importancia que le dio al diálogo y su destreza literaria- se reúnen en el modo de escribir de este filósofo: sus obras están dotadas de una alta calidad estética y tienen la forma de diálogos, en su mayoría cortos: se reúnen varios amigos y entablan una conversación relativa a un tema de importancia filosófica (el conocimiento, el bien, la virtud, el amor, la belleza, el ser, ...); en casi todos los diálogos participa Sócrates como interlocutor principal y es quien habitualmente expresa las ideas del propio Platón.
Los diálogos de Platón se suelen dividir en grupos atendiendo al momento en que fueron escritos:
diálogos de juventud (o diálogos socráticos): presentan las ideas de Sócrates y
una reivindicación de su figura; destacan "Apología de Sócrates "y Protágoras
diálogos de transición: primeros esbozos de la Teoría de las Ideas y de la inmortalidad del alma; destacan "Menón"y "Crátilo";
diálogos de madurez: en ellos presenta la Teoría de las Ideas ya desarrollada, sus implicaciones en antropología, ética y política, y los mitos más importantes; destacan "Banquete", "Fedón ", "República", "Fedro";
diálogos de vejez: son los últimos escritos de Platón; aparecen algunas críticas a su propia teoría, preocupaciones por cuestiones lógicas y cosmológicas y en el campo de la filosofía política un mayor interés por la historia y las condiciones reales de la vida política; destacan "Teeteto ", "Parménides", "Sofista ", "Político", "Timeo " y 'Leyes"."
Sólo mediante el diálogo es posible hacer compatibles diversas opiniones sobre un problema. En él se refleja el pensamiento vivo en el que las ideas se entrecruzan y se fecundan. En esto consistía la mayeútica socrática: la sucesión de preguntas y respuestas.
Pero únicamente se nos plantea una pregunta cuando surge la duda sobre si las cosas son tal y como creemos que son; por eso es más difícil preguntar que responder, puesto que el que pregunta para saber parte del reconocimiento de la propia ignorancia.
«... En los diálogos platónicos no es difícil descubrir la distinción crítica entre habla auténtica y habla inauténtica. El que en el hablar sólo busca tener razón, no darse cuenta de como son las cosas, considera lógicamente que es más fácil preguntar qué dar respuesta, entre otras cosas porque no se corre el peligro de dejar a deber una respuesta a alguna pregunta. Sin embargo, el fracaso del que se pone a preguntar con esta intención viene a demostrar que el que está seguro de saberlo todo no puede preguntar nada. Para poder preguntar hay que querer saber, esto es, saber que no se sabe».
Esta es la auténtica actitud filosófica. Pero muchas veces ocurre que, por la comodidad de aceptar la opinión de la mayoría, somos incapaces de reconocer nuestra ignorancia y de plantearnos preguntas; no en vano la palabra que entre los griegos designaba a la opinión (doxa), significa la decisión adoptada por la mayoría en la asamblea. Pero, ¿coincide el ser de las cosas con la opinión que en general se tiene de ellas?. Esta es la pregunta que se hace el que realmente quiere aspirar al saber; el filósofo.
Por eso el arte del diálogo no es el arte de ganar a los interlocutores en la argumentación, sino el arte de seguir preguntando, de buscar la verdad, es el arte de pensar. Para desarrollar este auténtico arte de la investigación se deben cumplir unas condiciones fundamentales:
- La auténtica pregunta debe ser formulada de forma clara y precisa; y debe estar abierta a respuestas diversas.
- Los interlocutores no deben pretender aplastar al otro con argumentos, sino comprender y valorar la opinión contraria.
- La conclusión del diálogo no debe preconcebirse de antemano, pues su auténtica productividad consiste en que lo que sale a la luz es algo que pertenece a todos. La forma literaria del diálogo devuelve el lenguaje al movimiento originario de la conversación y con ello la palabra se protege de cualquier abuso dogmático.
Platón revela en el mito de Theuth, que no tiene una buena opinión de la filosofía escrita, puesto que lo que está escrito, no puede ser modificado para encontrar lo que cada lector necesita encontrar: «En Naucratis de Egipto vivió uno de los antiguos dioses de allá, aquel cuya ave sagrada es la que llaman ibis y cuyo nombre es Theuth. Este fué el primero que, entre otras cosas inventó la escritura. Era entonces rey de todo Egipto Thamus, cuya corte estaba en Tebas. Theuth fué al rey y le mostró su arte, afirmando que debía ser comunicado a los demás egipcios. Thamus le preguntó entonces que utilidad tenía. Y Theuth le respondió: «Este conocimiento, ¡oh rey!, hará más sabios a los egipcios; es el elixir de la memoria y de la sabiduría lo que con él he descubierto». Entonces Thamus le dijo: «¡Oh Theuth!, por ser el padre de la escritura le atribuyes facultades contrarias a las que posee, pues ella producirá en el alma de los hombres el olvido de la sabiduría, ya que, fiándose en la escritura, recordarán de un modo externo, no desde su propio interior. Será, por tanto, la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que la escritura producirá en los hombres; y una vez que haya hecho en ellos eruditos sin verdadera instrucción, su compañia será difícil de soportar porque se creerán sabios en lugar de serlo»» (Fedro).
Es la articulación de preguntas y respuestas la que orienta al hombre hacia el conocimiento «de lo que es cada cosa en sí, la noción de su esencia». Cuando el diálogo alcanza este fin se convierte en auténtica dialéctica.
EL LENGUAJE DEL MITO
El mito, lejos de ser ajeno a nuestro pensamiento cotidiano forma parte integrante de nuestra conciencia colectiva: incluso no se opone al pensamiento científico. Mito y ciencia son dos formas de explicación de lo real que utilizan lenguajes distintos, metafórico e imaginativo uno, preciso y conceptual el otro.
El mito responde a una necesidad fundamental del espíritu humano y no puede ser considerado como un ensueño gratuito: más bien es una hipótesis de trabajo que el hombre utiliza para cuestionarse el presente y proyectar el futuro.
La grandeza del mito es que permite que nos reconozcamos en esas imágenes del pasado plasmando en ellas nuestras vivencias y limitaciones. Y al igual que la ciencia pretende ofrecer al hombre un modo de actuar sobre el mundo, asegurándole su posesión espiritual y material.
En el Mito de la Caverna, Platón nos propone un sistema de símbolos que nosotros vamos a intentar llenar de significado con nuestros problemas y aspiraciones.
DIÁLOGOS DE PLATÓN
Conjunto de escritos de Platón.
Sócrates no escribió nada pues creía que la escritura no era el lugar apropiado para la transmisión de la verdad y del conocimiento. Sabemos que su método de investigación y de enseñanza era la mayéutica y que el diálogo era una de sus partes fundamentales. Platón será fiel en gran medida a su maestro y también considerará que la verdad se muestra en el intercambio de ideas entre diversos interlocutores. Incluso definirá el pensamiento como "el diálogo que el alma mantiene consigo misma". En su juventud Platón escribió tragedias, pero, según cuenta la tradición, cuando conoció a Sócrates decidió quemar todos sus escritos y dedicarse a la filosofía. Estos dos hechos -la importancia que le dio al diálogo y su destreza literaria- se reúnen en el modo de escribir de este filósofo: sus obras están dotadas de una alta calidad estética y tienen la forma de diálogos, en su mayoría cortos: se reúnen varios amigos y entablan una conversación relativa a un tema de importancia filosófica (el conocimiento, el bien, la virtud, el amor, la belleza, el ser, ...); en casi todos los diálogos participa Sócrates como interlocutor principal y es quien habitualmente expresa las ideas del propio Platón.
Los diálogos de Platón se suelen dividir en grupos atendiendo al momento en que fueron escritos:
diálogos de juventud (o diálogos socráticos): presentan las ideas de Sócrates y
una reivindicación de su figura; destacan "Apología de Sócrates "y Protágoras
diálogos de transición: primeros esbozos de la Teoría de las Ideas y de la inmortalidad del alma; destacan "Menón"y "Crátilo";
diálogos de madurez: en ellos presenta la Teoría de las Ideas ya desarrollada, sus implicaciones en antropología, ética y política, y los mitos más importantes; destacan "Banquete", "Fedón ", "República", "Fedro";
diálogos de vejez: son los últimos escritos de Platón; aparecen algunas críticas a su propia teoría, preocupaciones por cuestiones lógicas y cosmológicas y en el campo de la filosofía política un mayor interés por la historia y las condiciones reales de la vida política; destacan "Teeteto ", "Parménides", "Sofista ", "Político", "Timeo " y 'Leyes"."
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