BULLYING (8/10/04)
NOTICIA
En la madrugada del pasado 21 de septiembre Jokin C decidió suicidarse saltando desde las murallas de Hondarribia. Jokin C. estudiaba 4º de ESO. Tenía 14 años.
El comienzo del fin para Jokin C llegó el 14 de septiembre del año pasado, cuando, a causa de un problema gástrico, se hizo sus necesidades encima estando en clase. Desde entonces sufrió burlas y vejaciones diarias (según fuentes cercanas a la familia, algunos de los alumnos implicados en el acoso sobre el joven eran hijos de profesores del centro).La situación se complicó aún más durante este verano, cuando Jokin C, en compañía de varios alumnos del mismo instituto, fue sorprendido fumando porros por un monitor del campamento en el cual estaban pasando unos días. El monitor decidió informar a las familias mediante sendas misivas, misivas que todos los alumnos consiguieron interceptar a excepción de Jokin C, que pasó desde entonces a ser considerado un chivato. De esta forma, a la vuelta de las vacaciones las palizas y los maltratos se añadieron a las ya dolorosas vejaciones y burlas hasta que, finalmente, llegó el 14 de septiembre y el tan aciago aniversario.
Varios compañeros de clase decidieron "celebrarlo" arrojando rollos de papel higiénico por clase. La profesora, en vez de ayudar a Jokin C, le obligó a recoger todos los rollos de papel, lo cual no sólo supuso una humillación para el joven, sino también una victoria para sus detractores. Entonces comenzó a faltar al instituto. La autopsia realizada a Jokin C confirmó que había sufrido palizas los días anteriores a dar el paso hacia la muerte. Mientras tanto, los ocho jóvenes implicados en el suicidio de Jokin C han abandonado las clases y recibirán, de forma cautelar, una educación individual y personalizada
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El suicidio de Jokin, un chaval de 14 años que ya no pudo aguantar más los malos tratos de sus compañeros del instituto de Hondarribia, y la reciente publicación del estudio elaborado por psicólogos de la Universidad Complutense sobre La prevención de la violencia y lucha contra la exclusión desde la adolescencia, evidencian que la violencia en las aulas, el bullying (que tiene su origen en bully, matón en inglés), existe y puede alcanzar límites estremecedores.
"En grupo se encubre la cobardía. En cada grupo hay uno o dos líderes, que son los más violentos. Ellos manejan al resto, y los unos se tapan a los otros", afirma Torrescasana. "El grupo también maltrata con el silencio, cuando deja hacer, cuando encubre", añade Nora Rodríguez, pedagoga, investigadora de conflictos sociales y autora del libro Guerra en las aulas. Cómo tratar a los chicos violentos y a los que sufren sus abusos (Temas de Hoy).
La crueldad de los niños es algo socialmente asumido, incluso forma parte del imaginario colectivo con chistes incluidos. Las mofas y burlas entre chavales siempre han existido. Averiguar el momento en que estas conductas, tildadas de chiquilladas, pasan de castaño oscuro requiere tiempo y atención para frenarlas a tiempo.
La violencia entre adolescentes "es un fenómeno complejo", explica Cruz. Tiene que ver con "un tipo de trastorno de personalidad patológico" que se traduce en baja autoestima, conflictos con la imagen, y existe el riesgo "de que esos sentimientos de inferioridad los proyecten sobre otros, aquellos que consideran más débiles".
Una característica esencial de ese trastorno de la conducta es "la falta de consideración y sensibilidad hacia los sentimientos de los demás. El niño y el adolescente no tienen en cuenta los deseos, emociones y necesidades de los otros; por el contrario, se muestran despreocupados y desaprensivos, sin sentimientos de culpa", explica la doctora María Jesús Mardomingo, psiquiatra infantil-juvenil.
Cruz va más allá, y vincula ese tipo de trastorno de conducta, en algunos casos grave, a la existencia de vínculos afectivos frágiles.
Los padres no transmiten valores, han perdido autoridad y no comparten tiempo con sus hijos. Ricard Pol, director del colegio Betania Pathmos, observa que "los adolescentes no están preparados para la frustración. No está bien visto que el crecimiento personal requiera la superación de dificultades, porque las dificultades provocan frustración y la cultura que hoy impera es la de la no frustración", argumentación a la que Josep M. Torrescasana agrega otro elemento que tener en cuenta: "Los padres suplen la mala conciencia no poniendo límites. Es una forma de evitar el conflicto con los hijos".
Nora Rodríguez apunta que "los padres delegamos la responsabilidad educativa en la escuela y, sin embargo, luego le quitamos autoridad a los maestros". A su juicio, esta "generación de bullyign está maltratada por el abandono. Los padres trabajamos muchas horas y nuestros hijos no tienen apego, por eso el bully (agresor) entiende la relación con el otro como superficial, por eso no le importa hacer daño".
Si la agresividad y la violencia está en todas partes, cómo no va a formar parte del mundo de los adolescentes. Directores de centros, pedagogos y psicólogos, aun considerando el problema "preocupante", destacan que ahora hay más mecanismos para controlar la violencia. Reconocen que hay que estar muy alerta para detectar cualquier inicio de conflicto. "Un chaval acosado se ve, está más solo, más triste. Se trata de estar atento, de prestar atención. A veces te ocupas de los que hacen más ruido y pasas por alto las patologías silenciosas, que son las más preocupantes", explica Cruz, quien valora en positivo el programa Salut i escola que pondrá en marcha el Govern a partir de enero.
Carles Mata, director del IES Salvador Espriu, afirma que los jóvenes tienen derecho a "acudir al centro tranquilos y a poder explicar si algo se lo impide. La convivencia en los centros debe ser algo sagrado, y los alumnos lo tienen que percibir". Apunta que es importante "enseñar a los chavales a resolver conflictos. Hay quien ante un problema esconde la cabeza y hay quien se crece. Los canales de diálogo deben ser estables porque la buena comunicación es básica".
Hay algo tan o más importante que el diálogo: "Padres y centro deben ir juntos. Si los dos coeducan, si no hay fisuras, es más fácil corregir conductas inadecuadas. Si se produce una fractura, el adolescente ganará esa batalla, pero el problema seguirá ahí", asevera Mata. Aunque cada centro puede decidir cómo lo hace, desde hace cinco años funciona el programa Mediació Escolar, que puso en marcha la Conselleria d´Educació. Pere Led, su responsable, señala que "en la mayoría de centros en los que se aplica -más de un centenar-, los conflictos han descendido".
Superar el terror que el agredido tiene a explicar lo que le sucede es otro reto. El chivato lo puede pasar muy mal, por ello es necesario darle armas para que hable, para que pierda el miedo. "Hay que enseñar que ayudar a una víctima no es sinónimo de maltrato. Hay que transmitir que explicarlo es bueno. ¿Por qué los colegios no montan una página web en la que los chavales, de forma anónima, puedan explicar lo que les pasa?", pregunta Nora Rodríguez.
En la madrugada del pasado 21 de septiembre Jokin C decidió suicidarse saltando desde las murallas de Hondarribia. Jokin C. estudiaba 4º de ESO. Tenía 14 años.
El comienzo del fin para Jokin C llegó el 14 de septiembre del año pasado, cuando, a causa de un problema gástrico, se hizo sus necesidades encima estando en clase. Desde entonces sufrió burlas y vejaciones diarias (según fuentes cercanas a la familia, algunos de los alumnos implicados en el acoso sobre el joven eran hijos de profesores del centro).La situación se complicó aún más durante este verano, cuando Jokin C, en compañía de varios alumnos del mismo instituto, fue sorprendido fumando porros por un monitor del campamento en el cual estaban pasando unos días. El monitor decidió informar a las familias mediante sendas misivas, misivas que todos los alumnos consiguieron interceptar a excepción de Jokin C, que pasó desde entonces a ser considerado un chivato. De esta forma, a la vuelta de las vacaciones las palizas y los maltratos se añadieron a las ya dolorosas vejaciones y burlas hasta que, finalmente, llegó el 14 de septiembre y el tan aciago aniversario.
Varios compañeros de clase decidieron "celebrarlo" arrojando rollos de papel higiénico por clase. La profesora, en vez de ayudar a Jokin C, le obligó a recoger todos los rollos de papel, lo cual no sólo supuso una humillación para el joven, sino también una victoria para sus detractores. Entonces comenzó a faltar al instituto. La autopsia realizada a Jokin C confirmó que había sufrido palizas los días anteriores a dar el paso hacia la muerte. Mientras tanto, los ocho jóvenes implicados en el suicidio de Jokin C han abandonado las clases y recibirán, de forma cautelar, una educación individual y personalizada
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El suicidio de Jokin, un chaval de 14 años que ya no pudo aguantar más los malos tratos de sus compañeros del instituto de Hondarribia, y la reciente publicación del estudio elaborado por psicólogos de la Universidad Complutense sobre La prevención de la violencia y lucha contra la exclusión desde la adolescencia, evidencian que la violencia en las aulas, el bullying (que tiene su origen en bully, matón en inglés), existe y puede alcanzar límites estremecedores.
"En grupo se encubre la cobardía. En cada grupo hay uno o dos líderes, que son los más violentos. Ellos manejan al resto, y los unos se tapan a los otros", afirma Torrescasana. "El grupo también maltrata con el silencio, cuando deja hacer, cuando encubre", añade Nora Rodríguez, pedagoga, investigadora de conflictos sociales y autora del libro Guerra en las aulas. Cómo tratar a los chicos violentos y a los que sufren sus abusos (Temas de Hoy).
La crueldad de los niños es algo socialmente asumido, incluso forma parte del imaginario colectivo con chistes incluidos. Las mofas y burlas entre chavales siempre han existido. Averiguar el momento en que estas conductas, tildadas de chiquilladas, pasan de castaño oscuro requiere tiempo y atención para frenarlas a tiempo.
La violencia entre adolescentes "es un fenómeno complejo", explica Cruz. Tiene que ver con "un tipo de trastorno de personalidad patológico" que se traduce en baja autoestima, conflictos con la imagen, y existe el riesgo "de que esos sentimientos de inferioridad los proyecten sobre otros, aquellos que consideran más débiles".
Una característica esencial de ese trastorno de la conducta es "la falta de consideración y sensibilidad hacia los sentimientos de los demás. El niño y el adolescente no tienen en cuenta los deseos, emociones y necesidades de los otros; por el contrario, se muestran despreocupados y desaprensivos, sin sentimientos de culpa", explica la doctora María Jesús Mardomingo, psiquiatra infantil-juvenil.
Cruz va más allá, y vincula ese tipo de trastorno de conducta, en algunos casos grave, a la existencia de vínculos afectivos frágiles.
Los padres no transmiten valores, han perdido autoridad y no comparten tiempo con sus hijos. Ricard Pol, director del colegio Betania Pathmos, observa que "los adolescentes no están preparados para la frustración. No está bien visto que el crecimiento personal requiera la superación de dificultades, porque las dificultades provocan frustración y la cultura que hoy impera es la de la no frustración", argumentación a la que Josep M. Torrescasana agrega otro elemento que tener en cuenta: "Los padres suplen la mala conciencia no poniendo límites. Es una forma de evitar el conflicto con los hijos".
Nora Rodríguez apunta que "los padres delegamos la responsabilidad educativa en la escuela y, sin embargo, luego le quitamos autoridad a los maestros". A su juicio, esta "generación de bullyign está maltratada por el abandono. Los padres trabajamos muchas horas y nuestros hijos no tienen apego, por eso el bully (agresor) entiende la relación con el otro como superficial, por eso no le importa hacer daño".
Si la agresividad y la violencia está en todas partes, cómo no va a formar parte del mundo de los adolescentes. Directores de centros, pedagogos y psicólogos, aun considerando el problema "preocupante", destacan que ahora hay más mecanismos para controlar la violencia. Reconocen que hay que estar muy alerta para detectar cualquier inicio de conflicto. "Un chaval acosado se ve, está más solo, más triste. Se trata de estar atento, de prestar atención. A veces te ocupas de los que hacen más ruido y pasas por alto las patologías silenciosas, que son las más preocupantes", explica Cruz, quien valora en positivo el programa Salut i escola que pondrá en marcha el Govern a partir de enero.
Carles Mata, director del IES Salvador Espriu, afirma que los jóvenes tienen derecho a "acudir al centro tranquilos y a poder explicar si algo se lo impide. La convivencia en los centros debe ser algo sagrado, y los alumnos lo tienen que percibir". Apunta que es importante "enseñar a los chavales a resolver conflictos. Hay quien ante un problema esconde la cabeza y hay quien se crece. Los canales de diálogo deben ser estables porque la buena comunicación es básica".
Hay algo tan o más importante que el diálogo: "Padres y centro deben ir juntos. Si los dos coeducan, si no hay fisuras, es más fácil corregir conductas inadecuadas. Si se produce una fractura, el adolescente ganará esa batalla, pero el problema seguirá ahí", asevera Mata. Aunque cada centro puede decidir cómo lo hace, desde hace cinco años funciona el programa Mediació Escolar, que puso en marcha la Conselleria d´Educació. Pere Led, su responsable, señala que "en la mayoría de centros en los que se aplica -más de un centenar-, los conflictos han descendido".
Superar el terror que el agredido tiene a explicar lo que le sucede es otro reto. El chivato lo puede pasar muy mal, por ello es necesario darle armas para que hable, para que pierda el miedo. "Hay que enseñar que ayudar a una víctima no es sinónimo de maltrato. Hay que transmitir que explicarlo es bueno. ¿Por qué los colegios no montan una página web en la que los chavales, de forma anónima, puedan explicar lo que les pasa?", pregunta Nora Rodríguez.
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