EL BIPEDISMO Y SUS CONSECUENCIAS
El bipedismo (postura erguida y sobre dos patas) es el cambio anatómico que se encuentra en la base del proceso de hominización. Pero, ¿qué condiciones forzaron a aquellos primeros homínidos a la adopción del bipedismo? Porque la transformación de la marcha cuadrúpeda a la marcha bípeda eficaz necesitó una radical transformación anatómica. Y no sólo eso: en un primer análisis la marcha bípeda presenta grandes desventajas: por ejemplo es más frágil, proporciona menos velocidad, no representa ahorro energético, y los cambios anatómicos exigidos han sido tan drásticos que aún hoy tras varios millones de años sufrimos males propios de una mala adaptación, como dolores de espalda, fragilidad de vértebras, hernias discales, ciáticas, etc. Es más, nuestra especie, a diferencia de otras que nada más nacer andan de inmediato y sin aprendizaje, tiene que aprender a andar en un proceso largo y dificultoso. El bipedismo todavía no se ha convertido en un comportamiento innato.
Todo esto indica dos cosas:
1° que la presión selectiva a favor del bipedismo debió ser muy intensa, y
2° que la evolución fue muy rápida.
La presión selectiva debió ser muy intensa porque el bipedismo ofrecía, pese a todo, importantes ventajas para la supervivencia. El cambio se produjo cuando los protohomínidos se vieron en la necesidad de sustituir definitivamente el hábitat arborícola por el hábitat del suelo. El nuevo hábitat ofrecía grandes ventajas, a la par que estaba cargado de enormes peligros. En la sabana es imprescindible saber responder con eficacia a la necesidad de desplazamientos largos y rápidos sorteando los peligros y sabiendo aprovechar el abundante y rico alimento que ofrece, adaptación requiere simultáneamente la existencia de un cerebro lo suficientemente complejo y potente como para responder con eficacia a los nuevos retos. El bipedismo y el desarrollo del cerebro son dos procesos que deben ser estudiados al unísono y en su mutua influencia. En suma, el bipedismo debe entenderse como una respuesta adaptativa eficaz a las nuevas exigencias del hábitat.
Liberación de las manos y herramientas
La primera y más importante consecuencia del bipedismo fue la diferenciación en la función de varias partes del cuerpo, principalmente de las piernas y los brazos. Las piernas se especializan en exclusiva como aparatos locomotores y los brazos y manos en aparatos prensores, manipuladores y táctiles, lo que provoca una progresiva transformación: menor tamaño y fuerza de hombros y brazos, mayor habilidad y precisión de la mano, etc.
La liberación permanente de las manos las dejó dispuestas tanto para coger útiles ocasionalmente (piedras, palos, huesos) como para llevar permanentemente un útil cuyo manejo hubiera encontrado conveniente. Este útil fijo educaría a su vez la mano transformándola en un órgano manipulador de instrumentos cada vez más perfecto. Es lógico pensar, además, que se perfeccionarían estos útiles y se copiarían los mejores de otros miembros del grupo. El lento perfeccionamiento de éstos es la línea que marca el progreso de los homínidos en esta etapa.
El disponer de herramientas cada vez más adecuadas y diversas trajo dos nuevas consecuencias: el perfeccionamiento de la defensa y la explotación de nuevas fuentes de alimento, lo que permite aumentar y diversificar la dieta. Con un palo se puede escarbar en la tierra dura donde unos dedos sin garras se muestran impotentes, y con una piedra medianamente afilada puede abrirse el cadáver de un animal que se muestra resistente a una dentadura débil y pequeña. Esto ultimo tuvo una importancia crucial ya que situó al homínido en una dirección evolutiva contraria al resto de las especies animales, todas ellas confinadas a un alimento específico. Así, el homínido se emancipa de su especialización a un determinado alimento y a un determinado modo de conseguirlo. Al principio su dieta de proteínas es mínima; la actividad principal para conseguirla es la captura de pequeños insectos, reptiles etc., y más adelante el carroñeo. Ahora, es posible la caza. Esto va a significar que a partir de ahora disputará una variedad creciente de alimentos a otras especies. Además aprenderá a transformar esos nuevos alimentos adecuándolos a su aparato digestivo, para lo cual fue de vital importancia la aparición del fuego. De esta manera, la aplicación del útil a la obtención y a la transformación de alimentos convierte al homínido en un ser autótrofo -que adapta los alimentos a su propio aparato digestivo- frente al resto de animales heterótrofos -que configuran su aparato digestivo a un determinado alimento. Este carácter autónomo de los homínidos es esencial para nuestro proceso evolutivo. El hombre es la única especie que procede a una manipulación y transformación del medio para adaptarlo a sus necesidades, en vez de adaptarse él a las exigencias del medio. La historia evolutiva de los homínidos y del ser humano puede entenderse como la historia de la emancipación frente a la naturaleza. Dicho de otra manera, mientras que en el resto de los animales el alimento moldea la especie, en el homínido es éste quien moldea el alimento. De esta manera y como decíamos al principio del párrafo, las líneas
evolutivas del homínido y las demás especies toman caminos contrarios.
Cabeza erguida y desarrollo del cerebro
La posición erguida coloca la cabeza en la vertical del cuerpo, a diferencia de los animales cuadrúpedos o semicuadrúpedos, como los simios, en los que constituye una prolongación horizontal del cuerpo. La posición obliga al desarrollo de una poderosa musculatura, y unos sólidos huesos donde fijarse, para la sujeción de la cabeza, lo cual se convierte en un freno para su crecimiento por el enorme peso que representa. En el prehomínido bípedo el Foramen Magnun, el agujero occipital por el que se une el cerebro con la médula espinal se adelanta, haciendo que el peso recaiga verticalmente sobre la columna y las piernas hasta el suelo. Esta posición de equilibrio hace innecesaria la potente musculatura de la cara y cuello, propia de los simios, y en consecuencia provoca un drástica reducción de la osamenta craneana, que a la larga posibilitará un considerable aumento del cerebro.
El volumen del cerebro aumenta considerablemente favorecido tanto por las novedades anatómicas que posibilitan e impulsan el crecimiento del cráneo, como por las conductuales que exigen y estimulan un desarrollo de las capacidades cerebrales. El desarrollo del encéfalo ha sido muy rápido en términos evolutivos (entre el Australopithecus y el Sapiens se ha triplicado), por el gran valor selectivo que tal crecimiento comportaba. En este proceso se produce una constante retroalimentación de diferentes áreas cerebrales con la coordinación manual y de locomoción, la vista, el oído, etc.
Todo esto indica dos cosas:
1° que la presión selectiva a favor del bipedismo debió ser muy intensa, y
2° que la evolución fue muy rápida.
La presión selectiva debió ser muy intensa porque el bipedismo ofrecía, pese a todo, importantes ventajas para la supervivencia. El cambio se produjo cuando los protohomínidos se vieron en la necesidad de sustituir definitivamente el hábitat arborícola por el hábitat del suelo. El nuevo hábitat ofrecía grandes ventajas, a la par que estaba cargado de enormes peligros. En la sabana es imprescindible saber responder con eficacia a la necesidad de desplazamientos largos y rápidos sorteando los peligros y sabiendo aprovechar el abundante y rico alimento que ofrece, adaptación requiere simultáneamente la existencia de un cerebro lo suficientemente complejo y potente como para responder con eficacia a los nuevos retos. El bipedismo y el desarrollo del cerebro son dos procesos que deben ser estudiados al unísono y en su mutua influencia. En suma, el bipedismo debe entenderse como una respuesta adaptativa eficaz a las nuevas exigencias del hábitat.
Liberación de las manos y herramientas
La primera y más importante consecuencia del bipedismo fue la diferenciación en la función de varias partes del cuerpo, principalmente de las piernas y los brazos. Las piernas se especializan en exclusiva como aparatos locomotores y los brazos y manos en aparatos prensores, manipuladores y táctiles, lo que provoca una progresiva transformación: menor tamaño y fuerza de hombros y brazos, mayor habilidad y precisión de la mano, etc.
La liberación permanente de las manos las dejó dispuestas tanto para coger útiles ocasionalmente (piedras, palos, huesos) como para llevar permanentemente un útil cuyo manejo hubiera encontrado conveniente. Este útil fijo educaría a su vez la mano transformándola en un órgano manipulador de instrumentos cada vez más perfecto. Es lógico pensar, además, que se perfeccionarían estos útiles y se copiarían los mejores de otros miembros del grupo. El lento perfeccionamiento de éstos es la línea que marca el progreso de los homínidos en esta etapa.
El disponer de herramientas cada vez más adecuadas y diversas trajo dos nuevas consecuencias: el perfeccionamiento de la defensa y la explotación de nuevas fuentes de alimento, lo que permite aumentar y diversificar la dieta. Con un palo se puede escarbar en la tierra dura donde unos dedos sin garras se muestran impotentes, y con una piedra medianamente afilada puede abrirse el cadáver de un animal que se muestra resistente a una dentadura débil y pequeña. Esto ultimo tuvo una importancia crucial ya que situó al homínido en una dirección evolutiva contraria al resto de las especies animales, todas ellas confinadas a un alimento específico. Así, el homínido se emancipa de su especialización a un determinado alimento y a un determinado modo de conseguirlo. Al principio su dieta de proteínas es mínima; la actividad principal para conseguirla es la captura de pequeños insectos, reptiles etc., y más adelante el carroñeo. Ahora, es posible la caza. Esto va a significar que a partir de ahora disputará una variedad creciente de alimentos a otras especies. Además aprenderá a transformar esos nuevos alimentos adecuándolos a su aparato digestivo, para lo cual fue de vital importancia la aparición del fuego. De esta manera, la aplicación del útil a la obtención y a la transformación de alimentos convierte al homínido en un ser autótrofo -que adapta los alimentos a su propio aparato digestivo- frente al resto de animales heterótrofos -que configuran su aparato digestivo a un determinado alimento. Este carácter autónomo de los homínidos es esencial para nuestro proceso evolutivo. El hombre es la única especie que procede a una manipulación y transformación del medio para adaptarlo a sus necesidades, en vez de adaptarse él a las exigencias del medio. La historia evolutiva de los homínidos y del ser humano puede entenderse como la historia de la emancipación frente a la naturaleza. Dicho de otra manera, mientras que en el resto de los animales el alimento moldea la especie, en el homínido es éste quien moldea el alimento. De esta manera y como decíamos al principio del párrafo, las líneas
evolutivas del homínido y las demás especies toman caminos contrarios.
Cabeza erguida y desarrollo del cerebro
La posición erguida coloca la cabeza en la vertical del cuerpo, a diferencia de los animales cuadrúpedos o semicuadrúpedos, como los simios, en los que constituye una prolongación horizontal del cuerpo. La posición obliga al desarrollo de una poderosa musculatura, y unos sólidos huesos donde fijarse, para la sujeción de la cabeza, lo cual se convierte en un freno para su crecimiento por el enorme peso que representa. En el prehomínido bípedo el Foramen Magnun, el agujero occipital por el que se une el cerebro con la médula espinal se adelanta, haciendo que el peso recaiga verticalmente sobre la columna y las piernas hasta el suelo. Esta posición de equilibrio hace innecesaria la potente musculatura de la cara y cuello, propia de los simios, y en consecuencia provoca un drástica reducción de la osamenta craneana, que a la larga posibilitará un considerable aumento del cerebro.
El volumen del cerebro aumenta considerablemente favorecido tanto por las novedades anatómicas que posibilitan e impulsan el crecimiento del cráneo, como por las conductuales que exigen y estimulan un desarrollo de las capacidades cerebrales. El desarrollo del encéfalo ha sido muy rápido en términos evolutivos (entre el Australopithecus y el Sapiens se ha triplicado), por el gran valor selectivo que tal crecimiento comportaba. En este proceso se produce una constante retroalimentación de diferentes áreas cerebrales con la coordinación manual y de locomoción, la vista, el oído, etc.
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