ANOMIA
El concepto de desviación social se comprende mejor a partir del concepto de anomía acuñado por Emile Durkheim. La anomía, cuyo sentido literal sería el de «ausencia de ley», hace referencia en realidad a una situación en la que existe un conflicto de normas, de manera que el sujeto no sabe cómo actuar. Durkheim lo utilizó para referirse a la situación en la que se encuentran las sociedades modernas, en las que las normas y los valores tradicionales se ven socavados sin ser remplazados definitivamente por otros. Se da una situación anómica cuando no hay unos patrones claros que guíen el comportamiento social.
A la hora de decidir cómo organizar sus vidas, las personas cuentan con las posibilidades que la sociedad en la que viven les ofrece. Por ello, cuando los seres humanos se desarraigan de su cultura de origen, o en época de cambio o crisis sociales, pasan por períodos de desorientación acerca de lo que se puede o se debe hacer. Ante normas diferentes e incluso contradictorias, se encuentran en una situación de vacío normativo, porque no hay ninguna que establezca con precisión cómo actuar.
Los sujetos viven la anomía como una situación confusa, tanto moral como mentalmente: «Un estudiante, por ejemplo, ha de conducirse en un examen de acuerdo con las normas de su institución educativa y no comunicar con sus compañeros; las normas de su grupo primario de amigos, sin embargo, le exigen que les ayude, que pase información subrepticiamente a quienes no saben responder a las preguntas; en este caso el estudiante se encuentra en una situación anómica, de duda y de conflicto, y tiene que violar uno u otro código de conducta, el de la escuela o el del compañerismo» (S. GINER: Sociología. Pág. 233).
También se encuentran en una situación anómica los inmigrantes procedentes del ámbito rural que se instalan en un medio urbano y se encuentran con normas diferentes a las que están habituados, así como los extranjeros que emigran a otros países y se encuentran con normas que no comprenden, pero que tienen que cumplir. En ambos casos, los valores y las normas de la cultura de origen que daban sentido a la vida y permitían saber cómo actuar, no sirven en la nueva sociedad, y los de la nueva cultura se siguen viendo como algo ajeno. Es preciso tener en cuenta que el paso de una cultura a otra es algo costoso y, en los casos en los que las diferencias son importantes, es prácticamente imposible. Los vínculos con la cultura y la lengua familiar son muy fuertes y constituyen el fundamento de la identidad personal. Cuando el individuo se desarraiga de su cultura de origen, su propia identidad puede entrar en crisis. Como señala Rawls: «... abandonar el propio territorio es dar un paso muy grave: significa dejar atrás la sociedad y la cultura en las que hemos crecido, la sociedad y la cultura cuya lengua usamos al hablar y al pensar para expresarnos y entendernos a nosotros mismos, a nuestros objetivas, nuestras metas y nuestros valores; la sociedad y la cultura de cuya historia, de cuyas convenciones dependemos para encontrar nuestro lugar en el mundo social» (RAWLS «Political Liberalism». Publicado en el n.° 9 de la revista Isegoria).
A la hora de decidir cómo organizar sus vidas, las personas cuentan con las posibilidades que la sociedad en la que viven les ofrece. Por ello, cuando los seres humanos se desarraigan de su cultura de origen, o en época de cambio o crisis sociales, pasan por períodos de desorientación acerca de lo que se puede o se debe hacer. Ante normas diferentes e incluso contradictorias, se encuentran en una situación de vacío normativo, porque no hay ninguna que establezca con precisión cómo actuar.
Los sujetos viven la anomía como una situación confusa, tanto moral como mentalmente: «Un estudiante, por ejemplo, ha de conducirse en un examen de acuerdo con las normas de su institución educativa y no comunicar con sus compañeros; las normas de su grupo primario de amigos, sin embargo, le exigen que les ayude, que pase información subrepticiamente a quienes no saben responder a las preguntas; en este caso el estudiante se encuentra en una situación anómica, de duda y de conflicto, y tiene que violar uno u otro código de conducta, el de la escuela o el del compañerismo» (S. GINER: Sociología. Pág. 233).
También se encuentran en una situación anómica los inmigrantes procedentes del ámbito rural que se instalan en un medio urbano y se encuentran con normas diferentes a las que están habituados, así como los extranjeros que emigran a otros países y se encuentran con normas que no comprenden, pero que tienen que cumplir. En ambos casos, los valores y las normas de la cultura de origen que daban sentido a la vida y permitían saber cómo actuar, no sirven en la nueva sociedad, y los de la nueva cultura se siguen viendo como algo ajeno. Es preciso tener en cuenta que el paso de una cultura a otra es algo costoso y, en los casos en los que las diferencias son importantes, es prácticamente imposible. Los vínculos con la cultura y la lengua familiar son muy fuertes y constituyen el fundamento de la identidad personal. Cuando el individuo se desarraiga de su cultura de origen, su propia identidad puede entrar en crisis. Como señala Rawls: «... abandonar el propio territorio es dar un paso muy grave: significa dejar atrás la sociedad y la cultura en las que hemos crecido, la sociedad y la cultura cuya lengua usamos al hablar y al pensar para expresarnos y entendernos a nosotros mismos, a nuestros objetivas, nuestras metas y nuestros valores; la sociedad y la cultura de cuya historia, de cuyas convenciones dependemos para encontrar nuestro lugar en el mundo social» (RAWLS «Political Liberalism». Publicado en el n.° 9 de la revista Isegoria).
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