EJERCICIO RESUELTO DE NIETZSCHE
I. Texto
Como hemos visto, en la construcción de los conceptos trabaja originariamente el lenguaje; más tarde la ciencia. Así como la abeja construye las celdas y, simultáneamente, las rellena de miel, del mismo modo la ciencia trabaja inconteniblemente en ese gran columbario de los conceptos, necrópolis de las intuiciones; construye sin cesar nuevas y más elevadas plantas, apuntala, limpia y renueva las celdas viejas y, sobre todo, ser esfuerza en llenar ese colosal andamiaje que ha apilado y ordenar dentro de él todo el mundo empírico, es decir: el mundo antropormófico. Si ya el hombre de acción ata su vida a la razón y a los conceptos para no verse arrastrado y no perderse a sí mismo, el investigador construye su choza junto a la torre de la ciencia para poder servirle de ayuda y encontrar él mismo protección bajo ese baluarte ya existente. De hecho necesita ayuda, puesto que existen fuerzas terribles que constantemente le amenazan y que oponen a la "verdad" científica, "verdades" de un tipo completamente diferente con las más diversas etiquetas.
Ese impulso hacia la construcción de metáforas, ese impulso fundamental del hombre del que no se puede prescindir ni un solo instante, pues si así se hiciese se prescindiría del hombre mismo, no queda en verdad sujeto y apenas si domado por el hecho de que con sus evanescentes productos, los conceptos, resulta construido un nuevo mundo regular y rígido que le sirve de fortaleza. Busca un nuevo campo para su actividad y otro cauce y lo encuentra en el mito y, sobre todo, en el arte. Confunde sin cesar las rúbricas y las celdas de los conceptos introduciendo de esta manera nuevas extrapolaciones, metáforas, y metonimias; continuamente muestra el afán de configurar el mundo existente del hombre despierto, haciéndolo tan abigarradamente irregular, tan inconsecuente, tan inconexo, tan encantador y tan eternamente nuevo, como lo es el mundo de los sueños. En sí, ciertamente, el hombre despierto solamente adquiere conciencia de que está despierto por medio del rígido y regular tejido de los conceptos y, justamente por eso, cuando en alguna ocasión un tejido de conceptos es desgarrado de repente por el arte llega a creer que sueña. Tenía razón Pascual cuando afirmaba que si todas las noches nos sobreviniese el mismo sueño, nos ocuparíamos tanto de él como como de las cosas que vemos cada día: "Si un artesano estuviese seguro de que sueña cada noche, durante doce horas completas, que es rey, creo, dice Pascual, que sería tan dichoso como un rey que soñase todas las noches durante doce horas que es artesano". La diurna vigilia de un pueblo míticamente excitado, como el de los antiguos griegos es, de hecho, merced al milagro que se opera de continuo, tal y como el mito supone, más parecida al sueño que a la vigilia del pensador científicamente desilusionado. Si cada árbol puede hablar como una ninfa, o un dios, bajo la apariencia de un toro, puede raptar doncellas, si de pronto la misma diosa Atenea puede ser vista en compañía de Pisístrato recorriendo las plazas de Atenas en un hermoso tiro -y esto lo creía el honrado ateniense-, entonces en cada momento, como en sueños, todo es posible y la naturaleza entera revolotea alrededor del hombre como si solamente se tratase de una mascarada de los dioses para quienes no constituirá más que una broma el engañar a los hombres bajo todas las figuras.
F. NIETZSCHE, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, cap. 2.
I. Cuestiones
1. Analice el/la alumno/a el significado que tienen en el texto los conceptos de "verdad" y "metáfora".
En este fragmento de Sobre verdad y mentir en sentido extramoral pretende Nietzsche establecer una clara diferencia entre dos modos diferentes de enfrentarse al mundo: el del concepto, representado por el científico, el filósofo, el hombre que se deja dominar por la razón, la lógica; y el mundo de la metáfora, el arte, el sueño, un mundo que refleja la variable y poco nítida realidad en la que vivimos inmersos como en un sueño.
El concepto verdad, al igual que la metáfora es el producto de la creación humana en un mundo que no se deja apresar, un mundo de cambio continuo, abierto, un mundo nada distinto al de los sueños y en el que, como en la mitología de los antiguos griegos, todo es posible. Pero la metáfora, impulso natural del hombre, esa tendencia a crear sueños, a interpretar, a construir metáforas, metonimias, entender el mundo como algo siempre nuevo, inconexo y variable, es pronto olvidada por el hombre de la ciencia, el constructor de conceptos. El concepto supone una construcción human, pero esta vez con ansias y pretensiones de verdad. Como la abeja, el hombre rellena de contenidos sus conceptos y las convierte en un columbarium, en una necrópolis, borra el dinamismo natural de la creación, crea palabras muertas, vacías, que no reflejan el mundo. Y pretende con ello reflejar la realidad, contactar con el mundo, extraer la esencia, reflejar una verdad. Ese es el producto de la razón, tan evanescente como la metáfora pero con pretensiones de solidez.
Por tanto el término metáfora se ajusta al producto del hombre auténtico, del artista creador, que no violenta la realidad ni pretende acceder a su verdad, que respeta el carácter variable del mundo, que es capaz de soñar, de crear, de interpretar, un hombre abierto al devenir.
Por el contrario, el término verdad a lude a la pretensión del hombre occidental especialmente, a partir de Platón, de entender la realidad como poseedora de una esencia oculta una cualidad que solo la razón puede encontrar. Y una vez encontrada queda fijada como un concepto, una ley invariable. Se construye una realidad, producto de la razón y se toma esta como la esencia, la verdad del cambiante mundo. Con ello se ha eliminado lo único que tenemos: una realidad viva, variable, inaprensible.
2. Explique el/la alumno/a las razones por las que Nietzsche afirma que Pascal tiene razón al escribir: "Si un artesano estuviese seguro de que sueña cada noche, durante doce horas completas, que es rey, creo que sería tan dichoso como un rey que soñase todas las noches durante doce horas que es artesano."
Todo los productos de la razón human no son sino producciones humanas, creaciones, respuestas ante el caos, el devenir del mundo en que vivimos, pero tal y como dice Nietzsche en este fragmento de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, existen ficciones a las que se le da una entidad diferente. Son meros productos de la razón que ha olvidado que somos algo más que eso, seres racionales pero también creadores, artistas, vivos.
En el texto intenta explicarnos Nietzsche como el hombre sueña su ficción y de tanto soñarla, la toma por real. Acostumbrados a soñar durante siglos los mismos conceptos, las mismas leyes que hemos aplicado a la naturaleza, hemos olvidado que eran un sueño y las hemos tomado por realidades. No hay mayor diferencia entre sueño y realidad, porque la realidad es igual de caótica y desordenada que el sueño; pero el mundo de los conceptos ha elevado su propia ficción a la categoría de verdad y de tanto hacerlo, la ha tomado por tal. La supuesta verdad occidental es solo una ficción, que con el uso, se ha convertido en una verdad a la que estamos tan acostumbrados que se nos ha olvidado su origen. Así no habría mayor diferencia entre algo soñado durante la mitad de las horas e nuestros días y lo que ocurriese durante el resto de horas; si, como en el ejemplo, se invirtiera y lo que tomamos como suceso en la vigilia, fuese en este caso soñado y viceversa.
Este engaño se produce de hecho, cuando el hombre asienta sus verdades en teorías racionales. Son tan rígidas y estructuradas, han construido tan bien la seguridad de ser realidades, verdades, que cuando el mito inventa, recrea, cuando el arte imagina, crea, produce, es entonces cuando decimos que soñamos sin ser conscientes de que nuestras supuestas verdades científicas no distan mucho de ser un sueño; una ficción más, una interpretación de las muchas posibles, del mundo que vivimos.
I. Redacción:
Arte y ciencia en Nietzsche.
Arte y ciencia, conceptos totalmente contrapuestos en la filosofía de Nietzsche. Ambos representan ficciones producto de dos modelos contrapuestos de interpretar el mundo: el del artista creador, el auténtico hombre, el que afirma la vida, es capaz de aceptar el devenir y el caos sin orden ni lógica; y el del hombre racional, el pasivo, el que acepta, asume la tradición, hace suya la creación ajena, eleva las evanescentes metáforas a la categoría de conceptos. Ha dejado de crear, ha falsificado la vida y ha tomado su ficción por real. Esta misma característica la comparten el hombre de ciencia, el filósofo, la moral, el sacerdote y toda otra expresión de la razón omniabarcante que sirve de modelo totalizador a la cultura occidental, partiendo ya del hecho de que el propio lenguaje, a l elevar las metáforas a categoría de conceptos ha supuesto una falsificación de la realidad, ha invertido los términos y ha tomado por más real la ilusión que la cosa misma representada por ella.
Dos conceptos clave en la obra de Nietzsche que representan dos modelos de entender el mundo: aquel que está criticando y el que propone como alternativa.
Nietzsche, influido en gran medida pro el romanticismo supone una llamada de atención a ese mudo olvidado, el de la creación el del arte. Se ve llamado a recuperar de nuevo la importancia de los sentimientos y las emociones como algo tan importante en el ser humano como la razón misma.
Nietzsche, consciente de la gran falsificación de la realidad que ha hecho la filosofía a lo largo de los siglos y que ha continuado, en distintas versiones, el producto de la razón generando desde ciencias hasta teorías morales, religiones, leyes o incluso palabras; pretende hacernos descubrir, a partir de un estudio esencialmente genealógico, como las cosas fueron muy distintos en su origen. Su formación de filólogo le permite retrotraerse a la época de los griegos, antes de Platón, una civilización llena de mitos y en la que las fuerzas de la razón, lo estático, el orden, representadas por el dios Apolo; estaban en equilibrio con las de de los sentimientos, el caos, la diversión, la embriaguez, el dios Dionisos. Ambos eran esenciales en la vida del griego y, además, ninguno era superior al otro. La religión era una vía de escape un modo de exculparse de los males del mundo. Los dioses eran culpables de loas desgracias y de esa forma los hombres no cargaban sobre si el sentimiento de culpa.
Pero con Sócrates y, especialmente a partir de las teorías de Platón, se inicia el gran error de la humanidad. Platón divide el mundo en dos mitades: aquella que conserva la verdad, la esencia, lo racional. Un mundo eterno, verdadero, inmóvil, cargado de la esencia y la razón de ser de todo lo que nos rodea. Otro mundo físico, variable, engañoso, falso, el mundo de los sentidos. Y lo peor no es el hecho de dividir sino el de jerarquizar, porque a partir de Platón la única auténtica y verdadera realidad es aquella que representa el mundo de la razón, el de los conceptos, verdades, estático, eterno y universal. En nombre de esta verdad se desdeña todo aquello que no es razón en el hombre. Se eleva la razón, el concepto a la categoría de verdad. El hombre racional es el modelo deseable, mientras que el hombre sensible, creador, emotivo, aquel que aprecia los instintos y las emociones; es falso, engañoso. La razón vence a las pasiones. El hombre se reduce a la mitad de su ser. Apolo vence a Dionisos, se rompe el equilibrio y comienza la gran falsificación: El resto de la historia de la filosofía es solo una prolongación de esta inicial ficción que afecta, además no solo a la filosofía sino a todos los ámbitos de la vida. La moral invierte los términos bueno y malo, pasando a designar como bueno a la obediencia, a la esclavitud, a la rigide3z, a la ausencia de creación, a la racionalidad. El malo será el cruel, violento, esclavo de sus emociones, físicamente activo, fuerte, cruel. Así, también la religión, siguiendo el modelo platónico copia la división en dos mundos. El dios ya no es un ser caprichoso sino racional, no es un ser culpable, sino infinitamente bueno, un ser que contempla la debilidad de su creación, culpable de todos los males que acontecen. El hombre es atormentado por el sentimiento de culpa y reniega de todo aquello que es: la naturaleza le ha hecho fuerte, instintivo, irracional en gran medida, pero es castigado por su dios que le exige obediencia, resignación, racionalidad, moderación. Nada más contrario a la verdadera naturaleza el hombre fuerte. Nietzsche no está de acuerdo con las tesis evolucionistas de Darwin ya que han vencido en la lucha por la existencia no lo fuertes sino los hombres débiles.
Centrándonos en lo términos objeto de la disertación, diremos que la ciencia es la más reciente manifestación de esta falsificación de la realidad. La ciencia eleva su metáfora a una verdad. El hombre, incapaz de soportar la constante variación del mundo, la inestabilidad del mundo que nos rodea, la incapacidad de asumir que cada día la realidad es diferente y no nos vales las mismas metáforas para siempre; inventa un mundo completo de regularidades, de seguridades, un refugio en el que encontrar algo de paz y cobijo. Inventa los conceptos como algo estático, inventa las leyes universales, necesarias. Y no se da cuenta, que tal y como ya anunciara Kant en su Crítica de la razón pura, nos hemos limitado a crear una red de teorías sobre la realidad en torno a nuestros propios productos mentales. Sólo existen regularidades en nuestra razón, pero creemos rellenar nuestras propias estructuras con los datos de la experiencia. Creemos encontrar en la naturaleza lo que nosotros previamente hemos puesto en ella. Los conceptos no son sino creaciones y son coherentes entre sí pero nada dicen de la realidad. Son una ficción más. El lenguaje humano generó palabras ante las imágenes que excitaban nuestros sentidos mediante impulsos nerviosos. Dio respuestas variables, abiertas. Las primeras palabras eran metáforas, pero pronto, el hombre ávido de seguridad, débil e incapaz de asumir su capacidad creadora, mediante un pacto gregario, similar al propuesto por Rousseau y Hobbes, decidió fijar el significado de las cosas, decidió llamar igual a cosas distintas. El concepto hoja, por ejemplo, pasó a designar infinidad de hojas diversas, que nada tienen sino su autenticidad, que no se entienden si no es viviéndolas. El concepto pasó a designar cosas diversas y prefirió no respetar la diferencia. De ese modo la realidad se simplificaba, la metáfora se desgastaba y perdía su sentido original. Y la ciencia es la máxima creador a de conceptos. Elabora toda una catedral de conceptos que no se asienta sino sobre la bruma. Por eso está tejida con algo evanescente como la tela de araña. El hombre saca d sí elementos de su razón y con ellos construye sobre la inestabilidad del devenir conceptos y conceptos, una red de relaciones que es coherente entre sí, dando la apariencia de una perfecta y completa realidad. Pero esas leyes solo son verdades si remitimos una a la otra porque nada tiene que ver con la realidad. Así es nuestra ciencia, una ficción, un mito, elevado a la categoría de verdad.
Nietzsche nos quiere hacer consiente de este hecho. Una vez descubierto que nuestra ficción es una más y que s u pretensión de verdad es una mera ilusión, llegamos a la conclusión de que todos los valores sobre los que se asienta la cultura occidental no son sino eso, ficciones. Descubierto eso, el hombre camello, acostumbrado a cargar en sus espaldas con todo el peso, se transforma en un nihilista, pues nada de esa ciencia queda en pie. Pero tanto tiempo de animal de carga le hace difícil recuperar su capacidad creadora, su impulso natural a la creación de ficciones. Por eso aún queda un largo trecho por recorrer al hombre occidental hasta que descubra este la necesidad de enfrentarse al mundo como un artista y no como un científico. Dios debe morir y con Dios se refiere Nietzsche no sólo al Dios de la religión, ya que Nietzsche, en gran parte influido por el materialismo, es ateo, sino a cualquier ente que se ponga por encima del hombre, que pretenda subyugarlo y dominarlo, que lo convierta en siervo. El hombre ha de continuar transformándose y ha de devenir niño. Niño inocente y creador, juguetón, un niño que disfruta con lo que hay, que no se plantea la necesidad de estabilidades, que vive el hoy no el mañana, capaz de crear, de decidir. Así se llegará a la llegada del superhombre preconizada pro Zaratustra: un nuevo hombre: el artista, un hombre intuitivo y no racional, un hombre capaz de sentir tanto el palcer como el dolor, capaz de vivir sin ficciones estabilizadoras, un hombre creador de sueños, de mitos, un hombre para el que todo es posible, que ha recuperado en su ser las fuerzas dionisiacas y la s acepta como suyas. El hombre de la voluntad de poder, de vivir, de aceptar la vida sin mutilarla, capaz de ser tanto razón como pasión, instinto. Es el nuevo ser que crea ficciones pero sabe que lo son, que crea religiones para aliviarse y no para torturarse, que las cambia a su antojo cuando lo cree necesario, capaz de imponer su voluntad y no de someterse a la del concepto o la ley muerta y estática.
Así, el modelo de artista, el arte como potenciador de la metáfora frente al concepto, el creador frente al científico; es el que Nietzsche acepta como su propuesta positiva y que nos deja claro que no hay una solo interpretación válida porque el arte está abierto a las interpretaciones y al goce estético. El arte permite crear siendo conscientes de que se está creando y, además y lo más importante, nos permite destruir para seguir creando, porque sin la destrucción no hay nueva creación posible. Eso, en definitiva, ha supuesto la filosofía de Nietzsche: una destrucción de antiguos valores y creencias que ha de dejar paso a la creación. No podemos negar a Nietzsche el haberse anticipado a nuestro siglo y el haber preconizado las consecuencias de las andaduras de la razón omniabarcante: la necesidad de estar abiertos a una pluralidad de perspectivas sobre la realidad.
0 comentarios